viernes, 26 de agosto de 2016

Memorias de los beatniks criollos

Todo comenzó en La Manzana Loca. Con sus fronteras demarcadas por las calles Marcelo T. de Alvear, Maipú, Leandro Alem y la Avenida Córdoba. Un archipiélago que refugiaba al Instituto Di Tella, la Facultad de Filosofía y Letras, la librería Galatea y al bar Moderno, sobre todo al bar Moderno.
Corrían los años del “oasis creativo” auspiciado por el brevísimo gobierno de Arturo Illia y un grupo de escritores se abrían paso entre las luminarias de lo que la prensa llamaba Swinging Pampa o Buenos Aires Beat. ¿Los beatniks criollos? Algo de eso hubo, incluso así los bautizó el periodista Miguel Grinberg –“¡Existen los beatniks argentinos!”-, entonces director de la revista Eco Contemporáneo. Pero en el fondo había algo más profundo.
“Para beatniks, con Ginsberg, Kerouac y compañía alcanzaba y sobraba. Nosotros éramos otra cosa. Pero nos decían beatniks porque eso armaba más quilombo en los medios. Y a nosotros nos venía perfecto: gracias a esas notas muchas veces chupábamos gratis”, aclara Reynaldo Mariani –mejor conocido como Mariani a secas– en la entrevista que cita el crítico Rafael Cippolini en el prólogo de Argentina Beat: Derivas literarias de los grupos Opium y Sunda (1963-1969), la antología firmada por Federico Barea que rescata del olvido los textos de dos míticas bandas literarias de la década del sesenta. 
“Nos conocimos en revistas, en bares, en confusas reuniones a las tres de la mañana. Nos conocimos orinando en baños donde leímos que Perón o Tarzán nos salvarían; nos miramos a los ojos y sonreímos: ninguno quería ser salvado”, se puede leer en el primer número deOpium, la publicación comandada por Mariani, Isidoro Laufer, Ruy Rodríguez y Sergio Mulet. El primer número del fanzine fue un tríptico con ocho poemas, un manifiesto y una diminuta viñeta de Daniel Zelaya. 
Luego salieron a la calle tres números más estilizados, e incluyeron textos de Vicky Rubin, Néstor Sánchez, José Peroni y Poni Micharvegas. La efervescencia que caracterizó a este grupo fue retratada en 1969 en el film de culto Tiro de gracia (con guión de Mulet), que reunió en su elenco a estrellas como Susana Giménez y Perla Caron, a Javier Martínez y la música de Manal, y a artistas vanguardistas del Di Tella como Federico Peralta Ramos y Roberto Plate. 
Por su parte, Sunda surgió en 1965 como publicación de un solo ejemplar en un precario formato de fanzine, pero sirvió como disparador para volverse un proyecto editorial renovador: Sunda B.A., donde se publicaron obras de José Peroni, Gianni Siccardi y Ruy Rodríguez, entre otros. 
Cincuenta años después, se rescatan los textos de estos autores marginados del canon, y cuyas obras circulaban a cuentagotas o a precios para coleccionistas de billeteras gordas. La antología publicada por Caja Negra también incluye textos de Hugo Tabachnik, un narrador y poeta que creó la revista El ángel del altillo y publicó a los 77 años su increíble opera prima Volviendo a casa. En el apéndice del volumen hay un radiante texto que dedica a “Gato” Barbieri. 
Según Barea, “rescatar este material hoy es un gesto político. Es darles lugar a voces que el mercado silenció y negó. Voces que pretendían que el narrador fuera tan protagonista como el lenguaje.” Una escritura que iba a contramano de lo que Néstor Sánchez llamaba la murga del facilismo. Quizás, como arriesga Cippolini en el Prólogo: “Un tipo de literatura llamada a impactar más sobre los modos de vida que sobre los de escritura”. 
Publicado en Tiempo Argentino, por acá

martes, 23 de agosto de 2016

Un round de box lírico

La tarde de domingo es diáfana y los rayos del sol se filtran entre las araucarias. Unos cien pibes se amuchan bajo la delgada arboleda, justo frente a la estación de Claypole. Se van formando las rondas de chicas y chicos que arañan los 20 años, engalanados con sus remerones tamaño carpa, pantalones de tiro bajo, viseras planas. Algunos comparten generosos vasos de Quilmes y papitas fritas sabor ketchup. Otros, una calada de porro. Pasaron algunos minutos de las cinco y el Halabalusa va calentando sus motores. Iván lubrica su garganta con gaseosa, antes de que arranque el primer combate. "Y yo te digo, hermano / hablando de cultura / simplemente voy rapeando / y me saco todas las ataduras / Y por eso sigo intentando / y a veces me falta cordura / aunque, por ahora, mi rima sale un poco dura", ensaya el flaco de Florencio Varela, y recibe el aliento incondicional de Quito y Franco, los mosqueteros que le cuidan la espalda los domingos, en la meca del freestyle del Conurbano profundo.
El Halabalusa ocupa un lugar legendario dentro de la dilatada historia de la cultura hip-hop argentina. Una vez al mes, es el escenario a cielo abierto donde cientos de pibes se baten en enfrentamientos dialécticos, armados sólo con su filosa verba. "Rap, hip-hop, freestyle, a quién le importa el nombre, en realidad lo que hacemos es arte, arte callejero –confiesa Quito, un morrudo estudiante secundario de Rafael Calzada–. Mucha gente nos ve y dice que somos vagos, pero no entienden que cada persona tiene algo para expresar. Nosotros lo hacemos con la rima".
Como todo lo que tiene que ver con el hip-hop, las batallas son originarias de los Estados Unidos, más precisamente de Nueva York. Nacieron durante los ardientes años '70, en las barriadas empobrecidas y los guetos negros del Bronx, al norte de la opulenta isla de Manhattan. La cultura hip-hop tiene cuatro patas: el graffiti, el breakdance, los DJ y los raperos encargados de disparar rimas y comandar la ceremonia, bautizados MC. Desde aquellos tiempos, el cypher –la ronda– es el espacio callejero donde los MC muestran sus dotes como auténticos boxeadores líricos. "El freestyle viene de los nigga –complementa Franco, otro MC llegado desde Varela–, pero acá le metemos nuestro estilo". Nadie nace con la receta mágica para improvisar frases picantes a la velocidad de la luz, dice el muchacho, que acredita 16 y confiesa que las lecturas –menciona a Shakespeare, Stephen King y Poe– y la práctica son fundamentales en su preparación. "Llueva, truene o se caiga el cielo, con los pibes siempre nos juntamos a tirar rimas. El resultado se ve el domingo, en la batalla".
Mano a mano
De lunes a sábado, Max da su batalla cotidiana en la cocina de un bar de Adrogué. Es cocinero y un maestro a la hora de preparar el ojo de bife bien a punto. Cuenta que durante las largas jornadas de trabajo, entre comanda y comanda, despunta el vicio de amasar rimas. Es miembro de Primera Mancha Crew, el grupo germinal que parió el encuentro Halabalusa en el año 2009. Al principio se juntaban en el garaje de una casa en Don Orione: unos pocos valientes que podían contarse con los dedos de una mano. Se corrió la voz y sumaron algunos cómplices. Pronto el garaje quedó chico, y mudaron el encuentro al bosquecito enclavado frente a la estación del Roca. El gran salto lo dieron gracias a la tecnología, cuando decidieron filmar las batallas y subirlas a YouTube. Meses después juntaron más de 400 personas y tocaron el cielo con las manos.
"Hay batallas picantes, pero lo primordial acá es el respeto. Y la regla no escrita es que todo queda dentro de la ronda", aclara Max mientras se acomoda el gorrito de Piluso. El Halabalusa es el semillero del freestyle argentino. En sus rondas se formaron estrellas rutilantes del hip-hop local. Como Dtoke, miembro fundador de Primera Mancha, que se consagró en la Red Bull Batalla de los Gallos 2013, el campeonato más importante de habla hispana.
Kusa le da una patadita digna de una película de karate a la parte trasera de su skate. La madera forrada de calcos se eleva y termina su vuelo en la mano derecha del patinador. Mientras se acomoda las rastas, cuenta con tono campechano que a los 15 se metió en el mambo del freestyle. Hoy tiene 20, estudia inglés y es una de las figuritas difíciles de doblegar en el ring. "Cada uno tiene un objetivo cuando rapea. A mí me gusta la poética callejera, hablo de no quedarte encerrado en tu casa o en Internet. Cuando estás ahí –dice y señala la ronda de pibes– te sale por la boca todo lo que abunda en tu corazón." Crack es el compadre de Kusa. Tiene 28 años y una hija de casi dos que se llama Cristal. No duda en emparentar el freestyle con el pugilismo: "No hay que dejar que el otro te verduguee. Pero en vez de pegarle con tus puños, le das con las rimas". Parafraseando a Ringo Bonavena, Crack dice que cuando empieza la batalla, "te sacan el banquito y te quedás solo". Pero no tanto, siempre aparecen las palabras justas para salvarle el pellejo.
La vieja escuela
A Erik “El Croto”, el rap le dio de comer. Durante años se ganó el mango vendiendo chucherías y rapeando en las formaciones del Roca que van de Bosques a Temperley. "No esperás a que te compren, le ofrecés algo más a la gente: un espectáculo arriba del vagón", explica el joven de Monte Grande. Erik integra la crew HAL, junto a su primo, un auténtico veterano de la escena doble H de la zona sur: Guillermo es de Burzaco, tiene 35 años y empezó a escuchar rap en los ya lejanos '90. Es de la generación que tomó la posta de los padres fundadores del rap en el país, aquel parnaso integrado por Mike Dee, Frost y el mediático Jazzy Mel. "A mí no me gusta entrar en la batalla –confiesa–, y quizá eso lo aprendí de la vieja escuela. Para mí el rap es contar mis aventuras, como charlar en una ronda con amigos". Guillermo pita un cigarrillo y cuenta que trabaja de fletero. Cuando puede, le da rienda suelta a su otra pasión, el graffiti. "Pero la calle está muy dura. Para hacer un buen graffiti necesitás 600 pesos, y ahora no están. Por eso prefiero dar la batalla, pero en la calle, ganando la moneda".
Nichelón, Sony y Cash son la terna arbitral del Halabalusa. Con ojo experto, y en pocos segundos, deben evaluar la performance de los gladiadores. "Analizamos el estilo, el flow, la manera de fluir; y sobre todo el punch, el tiro del final", explican a coro. Consultados sobre las características del competidor ideal, los jueces no dudan: "El ingenio es fundamental, pero acá gana el más frío. El que se calienta, pierde." Antes de retomar sus labores –en pocos minutos arrancan las semifinales– los magistrados resaltan que el freestyle criollo cobija en su ADN la herencia de la payada. En cada contrapunto se filtra la labia de los jóvenes poetas. "El hip-hop no para de crecer y eso tiene una sola explicación –especula Nichelón–: acá los pibes se pueden expresar, decir lo que sienten, algo que no pueden hacer ni en sus casas ni en la escuela".
Ronda nocturna
Tink tiene rulos eléctricos y la mirada penetrante. Nació en Brasil, vino a la Argentina a los cuatro años y ahora vive en Alejandro Korn. Dice que el freestyle es su punto de fuga, un cóctel molotov donde su voz estalla contra el gatillo fácil, los oligarcas y los políticos. Con su sonrisa luminosa y sus rimas combativas, Tink también le hace frente al machismo que domina la escena. "Como mujer, es difícil ganarse el espacio, es un campo dominado por hombres. Pero yo les pego el doble cuando me atacan. Hace un rato me dijeron que tenía ovarios de leona".
En la ronda nocturna, Crack y el Anarchy, un pibe de remera con el logo de Batman, se juegan un boleto a la finalísima del domingo. La tribuna agita los brazos en trance, siguiendo el ritmo mecánico que marca con su boca el hombre a cargo del beat box. La batalla es pareja. Golpe a golpe, verso a verso. Sin embargo, el certero disparo del final le da la victoria a Crack: "Te lo digo una vez más / y no me la doy de quía / Tenés la remera de Batman / y yo te gano con la de Bruno Díaz". 

martes, 16 de agosto de 2016

Vade retro Satana

Desde hace algunos días, un extraño mal aqueja al padre Manuel Acuña. Fiebre, mareos y escalofríos azotan su cuerpo. "Está algo débil, pero los va a recibir igual", explica Paula Martínez, la joven secretaria del hombre a cargo de la Parroquia Del Buen Pastor, en Santos Lugares. Al parecer, el exorcista más famoso de la Argentina se enfrenta a sus propios demonios: un virus gripal ingresó en su organismo luego de la misa carismática del domingo pasado. El médico fue rotundo en su diagnóstico. Para la cura, nada de agua bendita y oraciones. "Con un poco de reposo voy a andar bien", dice Acuña, mientras se abanica en la cocina de su hogar.
Tiene 54 años, es obispo luterano, especialista en "sanidad espiritual" y responsable del primer exorcismo transmitido en vivo por la tevé argentina. Muchos lo recordarán por sus intervenciones en programas de la fauna mediática local e incluso internacional: sus batallas contra el diablo llegaron hasta el Discovery Channel y tienen miles de visualizaciones en YouTube. "Al exorcista se lo admira o se lo odia. Muchos dicen que hacemos un trabajo tremendo, pero para otros somos chantas. Para ser franco, la única crítica que me molesta es la que brota de la total ignorancia", asevera rotundo Acuña, custodiado por su frondosa biblioteca, un ejército de angelitos forjados en cerámica y un póster del film El Exorcista.
Para combatir el oscurantismo que rodea la actividad en la que se ha especializado desde hace más de una década, el religioso decidió abrir la primera Escuela de Exorcismo y Liberación Evagrio Póntico. Un centro educativo único en su especie, que funciona en el predio del templo, en Tres de Febrero. El emprendimiento tiene un cuerpo docente interdisciplinario conformado por tres psiquiatras, un antropólogo y una médica clínica, y ya cuenta con 24 estudiantes. Por 700 pesos al mes y otro tanto de matrícula, la novel institución ofrece al alumnado la bibliografía y herramientas necesarias para "distinguir un fenómeno paranormal de una presencia maligna", además de especializaciones en angelología, parapsicología y chamanismo. El éxito de la iniciativa no sorprende al exorcista: "Argentina es un pueblo muy religioso, pero también muy supersticioso. Tenemos un ansia de trascendencia que no siempre es bien canalizada".
–¿Y por qué dice que los argentinos son supersticiosos?
–Porque cuando no se les ofrecen modelos religiosos, los buscan solos. Ahí aparecen la Difunta Correa, el Gauchito Gil, la religiosidad popular. Nosotros tratamos de iluminarla, no ir contra ella. Buscamos apartar lo nocivo, como la devoción por San La Muerte, que es un demonio. La muerte no salva ni a los que le rezan.
Escuela de monaguillos
Aunque nació en Corrientes, Acuña aprendió a rezar en el Once, a finales de los '60. Llegó con apenas tres años de edad, con su mamá y su abuela, escapando de un rosario de penurias económicas. Su familia, de origen paraguayo, había conocido en carne propia las desdichas del migrante: la represión de Stroessner los había obligado a cruzar la frontera. En la ciudad de la furia, su madre consiguió trabajo en una juguetería. Gambeteaban la pobreza en una casa de pensión. El memorioso Acuña abanica sus recuerdos de infancia: "Luego nos mudamos a Migueletes y Maure, en lo que hoy es Las Cañitas. Todavía era el barrio de cuchilleros de Borges, de caballerizas y alfalfa, un ámbito casi rural. La calle se llenaba de bosta." La Abadía de San Benito estaba a pasitos de su casa, y el niño Acuña pasaba horas en la capilla. Ahí aprendió los sacramentos. Y conoció a un cura sanador con fama de exorcista, el padre Lorenzo: "La gente enferma hacía fila en las escalinatas de la iglesia: buscaban la palabra y la imposición de manos. Un día me lo crucé en la santería y Lorenzo me acarició la cabeza. Fue una señal".
Acuña era monaguillo. Una tarde, en el confesionario, le cambió la vida. "Pasaron 44 años, pero me emociono como si fuera hoy –suspira y clava sus ojos vidriosos en el canario que canta en la cocina–, el padre confesor me dijo: 'Manolito, ¿no pensaste que podés ser uno de nosotros?' Ese día nació mi vocación religiosa." Desde 1995 es obispo de la Iglesia Carismática Luterana Independiente.
Su cargo le permitió conocer al cardenal Jorge Bergoglio, con quien compartió horas de rezo. "Yo fui amigo del Papa, y hasta me regaló esta cruz pectoral", dice Acuña y exhibe con orgullo el dorado presente, y algunas añejas fotos que acreditan la relación. "Como San Francisco, otro famoso exorcista, el Papa es un hombre que cree en la oración. Un hombre que sabe del combate contra el mal".
Simpatía por el demonio
Según Acuña, nadie elige ser exorcista. Es un "llamado". Lo recibió el 4 de abril de 2001, en plena misa. "Una quinceañera empezó a reptar, a hablar en otras lenguas, se le pusieron los ojos blancos. Pesaba 40 kilos, pero necesitamos ocho personas para contenerla. Y ahí nomás apliqué el ritual, lo que sabía, improvisé", recuerda Acuña, y saca de su biblioteca uno de sus libros de cabecera: Práctica de exorcistas y misterios de la Iglesia, un clásico de la disciplina escrito en el siglo XVII. Luego de aquella primera batalla, la repercusión en los medios de comunicación no se hizo esperar. "El primero en llegar fue Chiche Gelblung", resalta. De la noche a la mañana, el exorcista logró su ascensión al cielo mediático.
Acuña se jacta de haber realizado más de 1200 exorcismos. Para recibir los favores del padre, hay que cumplir con el "procedimiento". En primer lugar, se completa un formulario parecido al de una historia clínica, donde se contesta sobre problemas psicológicos, la medicación que se toma, adicciones y adhesiones personales o de la familia a ciertos cultos o prácticas religiosas. Luego, el equipo interdisciplinario analiza ese documento y sólo entonces se está en condiciones de concretar una entrevista personal. Con precisión estadística, pero sin revelar sus fuentes, Acuña asevera que en los últimos diez años han aumentado un 25% las posesiones a nivel mundial. "Es por el avance de las prácticas esotéricas sin control. Hay que cuidarse de la magia negra y de la tabla Ouija. El 40% de los exorcismos que hice fue con personas que habían practicado el juego de la copa en su adolescencia", señala, mientras acomoda el viejo manual en un estante, bien cerca de un volumen dedicado a la demonología y a inmaculados ejemplares de la revista de Susana Giménez.
El diablo viste a la moda
El olor a incienso inunda la Parroquia Del Buen Pastor. Ataviado de estricta etiqueta negra, el padre posa para el fotógrafo no lejos del altar coronado con velas ardientes y una estatua de San Miguel Arcángel, el "exorcista invisible". Acuña sabe cómo mostrar su mejor perfil para la cámara. Mientras empuña su crucifijo de madera, advierte: "Vivimos tiempos difíciles. Ya lo dijo el padre Gabriele Amorth, el decano de los exorcistas del Vaticano. 'El demonio ha tenido una gran victoria últimamente: hace creer que no existe'".
Al terminar la sesión de fotos, la secretaria le avisa al padre que el almuerzo –churrasco con ensalada– está listo. El religioso debe recuperar fuerzas, dormir una siesta y prepararse. En pocas horas comandará un ritual de hechizos. Siempre y cuando el diablo no meta la cola. «
Mano a mano con Satán
El octogenario padre Carlos Mancuso es otro de los referentes del exorcismo en el país. Fue durante décadas párroco de San José, en la calle 6 de La Plata, y está autorizado por la Iglesia Católica para efectuar exorcismos. Escribió un libro, Mano a mano con el diablo, donde relata en primera persona su trabajo. Allí Mancuso advierte: “Enfrento con frecuencia al diablo y lo conmino a abandonar esos cuerpos que decidió poseer. Es una tarea muy pesada, el combate de un humano contra las fortalezas más antiguas del Universo. La mía, queda claro, no es una actividad sencilla”.
Publicado en Tiempo Argentino, por acá

jueves, 11 de agosto de 2016

Porque esto es África


Estrellas negras es el primer libro del periodista polaco Ryszard Kapuscinski (1932-2007), pero el último que aparece publicado en español. En 1959, Kapuscinski tiene su bautismo de fuego africano. Por esos años, el continente negro estaba en llamas, y la agencia oficial de noticias polaca lo envió para cubrir el efervescente proceso de liberación africano. 
Desde este viaje iniciático, surgió una apasionante y fructífera relación entre Kapuscinski y el África, de la cual nacieron obras cardinales del periodismo narrativo del siglo pasado. Desde Ébano hasta El emperador, sin olvidar el delgado, y a la vez hercúleo, Un día más con vida, donde relata la sangrienta guerra civil angoleña. 
Estrellas negras fue publicado en Varsovia en 1963 y vendió unos 6000 ejemplares. Kapuscinski no era todavía un escritor consagrado: el "gran cronista" de los procesos de descolonización del siglo XX. Sino más bien un joven que tenía que ganarse el mango, escribiendo desde el tercer mundo. Luego de fugaces estadías en la India y China –sus primeros destinos como corresponsal–, el periodista polaco aterriza en Accra, la capital de Ghana. Llega a África casi sin contactos, con la billetera demasiado flaca, y se alquila una pieza en el Hotel Metropole: "una rareza arquitectónica –describe– que durante la estación de lluvias se pudre y enmohece, y en los meses de sequía cruje y se resquebraja". 
Al inicio de Estrellas negras, el joven cronista confiesa: "He dormido en cientos de hoteles de veinte países distintos, pero sólo éste he llegado a considerarlo un hogar, y cuando entraba en él me sentía feliz." Durante sus primeras andanzas y desandanzas por el tórrido continente africano, el cronista traza retratos de dos países recién independizados: Ghana y el Congo. Pero sobre todo hace foco en los carismáticos líderes que pilotearon los procesos de descolonización, el joven Patrice Lumumba y el carismático Kwame Nkrumah. 
En "Los abanderados", una de las 17 crónicas que integran el volumen, el polaco advierte: "El África despertada necesita de grandes nombres. Como símbolos, como aglutinante, como compensación. Durante cientos de años, la historia del continente ha sido anónima. Hasta ahora. Como si quisiera recuperar el secular retraso, África inscribe en la historia un nuevo nombre." Y Kapuscinski estaba ahí para darle voz. A mitad de camino entre el relato de aventuras on the road, la crónica de alto vuelo literario y el preciso ensayo histórico, estos textos tempranos muestran a un Kapuscinski en estado puro. Dando sus primeros pasos en el violento oficio de escribir.

Publicado en Tiempo Argentino, por acá

lunes, 8 de agosto de 2016

Ni amo, ni patrón, ni director

Son las cinco de la tarde y en la clase de Lengua se discute sobre ciencia ficción. "Podríamos leer Fahrenheit, que habla de un futuro en que los gobiernos queman libros porque dicen que son malos para los humanos", propone Diego, un estudiante de primer año, que luego peina el radiante mechón azul que cae sobre su frente. Gustavo y Angelly, los profes a cargo de la materia que también son llamados por su nombre de pila, toman nota de la sugerencia y suman Un mundo feliz y 1984 al menú literario. "Pero ahora falta lo importante –agrega Gustavo–, vamos a leerlos."
La clase avanza mansa y tranquila en la Escuela Libre de Constitución, alimentada por las tortas fritas que preparó Rosa, otra aplicada estudiante del curso inicial. El "Bachi", como todos lo conocen, es un emprendimiento educativo para jóvenes y adultos que nació hace casi una década. Un proyecto que recupera los principios de la pedagogía libertaria y le suma las experiencias de los bachilleratos populares que surgen de la crisis de 2001. Su sede está ubicada en el espacio de la Federación Libertaria Argentina (FLA), en la esquina de Anchoris y Finochietto. En la triple frontera que hermana los suburbios de Constitución, Barracas y Parque Patricios.
El Bachi tiene 25 estudiantes y unos 20 docentes. No recibe ningún subsidio del Estado: el emprendimiento se autofinancia y los docentes eligen no cobrar un sueldo. No tiene directivos y la organización surge a partir de la voz de la asamblea de estudiantes y profesores. "Es diferente a la escuela normal porque acá se tiene en cuenta nuestra opinión", explica Raúl, que cursa el primer año.
Raúl vive en Glew, trabaja en el restaurante familiar y le gusta que no le hagan "historia" por cómo viene vestido a la escuela: "A la hora de estudiar, acá tenés la libertad de ser vos mismo."
Al maestro con cariño
Dos profesores preparan el salón. En un rato arranca la clase de música. Fredy estudió musicoterapia. Tiene una banda, Amore y Anarquía, que explora el cancionero libertario. Trabaja codo a codo con Guillermo, el otro docente de la materia. En la escuela, las clases se dan por parejas pedagógicas. "Un criterio que apunta –precisa Guillermo– a desarrollar la diversidad de miradas y el debate como herramienta de aprendizaje." Fredy añade que no tiene un buen recuerdo de su paso por los secundarios: "Ojalá hubiese podido experimentar el nivel de libertad que hay acá adentro."
Antes de que termine la clase de Lengua, Verónica toma notas en su carpeta. Cuenta que quiere terminar el secundario. En el Bachi comparte la cursada con su hijo adolescente. "Pero ojo, acá somos independientes, sólo compañeros –advierte–. Aunque me podría ayudar un poquito más." Gustavo es licenciado en Letras y da clases en el Bachi desde el primer día. Mientras tatúa el pizarrón, explica: "El conocimiento no es algo vertical que se transmite del docente al estudiante. Acá aprenden los estudiantes, y también los docentes."
Germinal
En 1984 Diego decidió dejar Arrecifes, en el norte de la provincia de Buenos Aires, para estudiar Bellas Artes en la capital. Al poco tiempo también llegó a la vieja sede de la FLA, en Constitución. Durante aquellos años de la primavera democrática, conoció a un educador anarquista que le abrió las puertas a un nuevo mundo. "Lo que en un primer momento me parecía una casa algo decrépita llena de viejitos, se transformó en un lugar maravilloso. Conocí a gente que estuvo en la Guerra Civil Española", resalta el artista plástico.
Como si estuviera dibujando sobre un lienzo, pinta una imagen de aquellos días iniciáticos: "Por la casa pasaba siempre un señor que escribía y que estaba muy interesado en el anarquismo. Recuerdo mucho una tarde en que los viejos le estaban sirviendo un té al sol. También le daban un poco de hilo para que cosiera un botón flojo. Resulta que este hombre era un compañero del Borda, y los viejos militantes leían sus textos y le pasaban libros para que siguiera escribiendo. Esa escena me conmovió y decidí involucrarme de lleno." 
Primero descubrió la fabulosa y, obviamente, algo anárquica biblioteca. Después, el monumental archivo conformado por diarios, folletos, volantes y fílmico. Con cinco compañeros, dedicó miles de horas a darle un orden a ese universo. Diego forma parte de una generación "bisagra" entre la vieja guardia ácrata y los jóvenes que se acercaron a la FLA a principios del nuevo milenio. "Para el 2000 casi no quedaban viejos militantes. Entonces empezamos a pensar nuevas caminos, para mantener vivo ese espacio, que nos había recibido generosamente."

En los años en que la crisis del neoliberalismo expulsaba a millones del sistema, la casona de la calle Brasil cobijó a los desocupados de La Matanza, a militantes del MTD y también a HIJOS. Diego cuenta que la casa comenzó a tener una dinámica renovadora. El Bachi es hijo de esos nuevos vientos.
En 2007, un grupo de docentes se acercó a la FLA con la idea de crear una escuela. Todo ese año, las asambleas fueron dándole forma a un proyecto de educación popular, autogestivo, gratuito y de matriz horizontal. La injerencia del Estado y la oficialización del bachillerato despertaron acaloradas discusiones. "El conflicto más gordo se dio para que fuera libre. Nuestro interés era que participen personas que quisieran ser parte de un proyecto con una pata social. Las diferencias muchas veces son un colchón", agrega Diego. Finalmente, las clases comenzaron en marzo de 2008 y Diego armó allí un taller de serigrafía. 
En 2010, un grupo de militantes violentos ocupó la casona de la calle Brasil, y tanto la FLA como el Bachi tuvieron que buscarse un nuevo espacio y arrancar casi de cero. Y lo hicieron. En la actualidad, Diego sigue dando una mano. Como la que le tendieron aquellos viejos anarcos.

Muchacho punk
Bakunin sostenía que el origen de los males sociales no se encontraba en la maldad humana sino en la ignorancia. Sebastián, un egresado de 28 años que sigue vinculado al espacio, seguro leyó al pensador anarquista y completa: "No hay otra forma de transformación social que no sea a través de la educación. Mi experiencia me mostró que otra forma de aprender es posible, y sobre todo necesaria."
Sebastián cuenta que es de Avellaneda y de Independiente. Era punk y había abandonado la escuela. Profesaba un credo contestatario a rajatabla. "Toqué el timbre y me abrió la puerta uno de los profesores que da Biología, y me invitó a pasar. Me enamoré de la impronta del proyecto y su sentido de transformación."
Luego de una lucha cuerpo a cuerpo con las matemáticas, Sebastián alcanzó el título oficial de Perito Auxiliar en Desarrollo de las Comunidades. Egresó hace unos años, pero se lo puede ver seguido por la FLA. "Me gusta el término experimentación. Es muy adecuado para entender cómo funciona el Bachi."
En la clase de Historia, la profe Gisela dialoga con Claudia y Silvia sobre las andanzas del Chacho Peñaloza. Silvia dice que le gusta cómo se pueden aprender diversas miradas, hay debate y se escucha: "Acá todos estamos en el mismo nivel. Y eso tiene que ver con una palabra: igualdad." 
La breve primavera de la pedagogía libertaria en la Argentina
Durante los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX, un buen número de experiencias educativas libertarias tuvieron lugar en la Argentina. El primero del que se tenga registro surgió en 1889, en la calle Urquiza 1855, Parque Patricios. Allí se creó la Escuela Nueva Humanidad de Corrales, un emprendimiento sostenido por la Sociedad de Resistencia de Albañiles, los obreros del matadero del barrio y el periódico ácrata El Rebelde. Unos 70 pibes estudiaban en la escuela. Juan Cazabat, su director, abandonó el país en 1902, perseguido por la Ley de Residencia. 

Ese mismo año abrió sus puertas el Círculo de Enseñanza Libre, en La Boca. En 1906 se fundó la Escuela Laica de Lanús, una iniciativa conjunta de anarquistas y socialistas. Julio Ricardo Barcos, pilar del "racionalismo" local, fue su director. En 1908, Barcos se incorporó a la Escuela Moderna de Buenos Aires, un espacio sostenido por la Sociedad de Sombrereros y de Conductores de Carros. También en ese año se creó en Mar del Plata la escuela La Colmena Infantil, un proyecto "integral y mixto". 

En 1909 aparecieron escuelas en Rosario, Bahía Blanca y Mendoza, que debieron soportar parejos ataques de la Iglesia y la policía. Ese mismo año, el pedagogo Francisco Ferrer fue fusilado en Barcelona. Los sindicatos y escuelas porteñas llamaron a una huelga general. Pocas semanas después, Simón Radowitzky ajustició al coronel Falcón. La represión estatal se desató. Se cerraron periódicos y escuelas libertarias, y se llenaron las cárceles. 

Una crónica publicada en Tiempo Argentino por acá


domingo, 7 de agosto de 2016

Pokémon Go Home

Aunque no los veamos, los Pokémon siempre están. Esa parece ser la consigna madre del fenómeno global cuya llegada al país es inminente. Desde principios de julio, millones de fanáticos del videojuego japonés Pokémon Go invaden calles y plazas de todo el planeta, presos de un éxtasis místico, en pos de atrapar pequeños monstruos virtuales. Con sus smartphones como santo grial, los fans de Pikachu escanean el espacio público en su cruzada tecnológica. Veinte años después de su irrupción en el escenario gamer, la nueva versión del juego creado por Satoshi Tajiri borra las fronteras entre el mundo real y el virtual. Y la aventura recién comienza.
“Es algo grandioso. Escuché acusaciones de que los videojuegos son los culpables de que los chicos ya no salgan a la calle a jugar. Ahora no hay excusas, Pokémon Go nos obliga a salir a caminar”, asevera Nicolás Alejandro Borromeo, desarrollador de videojuegos y docente de la Universidad Tecnológica Argentina (UTN). En efecto, el principal atractivo del juego pasa por el uso de la realidad aumentada y del GPS, que rompe con la reclusión en el espacio privado. Para el gamer Roberto Gómez, “la diferencia radica en que con la realidad aumentada podés usar la cámara del celular y tenés interacción con el mundo real
Con el juego desarrollado por la empresa Niantic en colaboración con Pokémon Company -Nintendo, Game Freak y Creatures- irrumpe un nuevo paradigma de jugador: activo y con posibilidades de explorar la ciudad como nuevo espacio ficcional. Ya existen juegos como este en el mercado digital, “pero esto es un punto de inflexión –apunta Borromeo– y va a marcar un pico de popularidad. En la industria, cada tipo de juego tiene su época de gloria. Creo que Pokémon Go llegó para quedarse”.
Tras su salida a la cancha el pasado 6 de julio, en pocos días se transformó en la app que “se descargó más veces” en la cortísima historia de las aplicaciones móviles, según informó la tienda digital de Apple. En las tres semanas que Pokémon Go lleva activo en Estados Unidos, Europa, Japón y Oceanía, el juego tuvo más de 30 millones de descargas en los sistemas operativos iOS y Android. Más allá de los rumores, el desembarco en la Argentina se espera para agosto.
La descarga es gratuita. Pero la intención ulterior de los comercializadores de la app es masificarla (ya superó en uso a Instagram y Twitter) e incentivar en los jugadores la compra de elementos complementarios para mejorar la cacería. Niantic facturó 30 millones de dólares en sólo 20 días. El 5 de julio, cada acción de Nintendo tenía un precio de U$S 136,59. Para la última semana del mes ya treparon a U$S 218,46, y eso que la firma nipona es accionista minoritaria en el emprendimiento.
El derrame de ganancias también alcanzará a los patrocinadores privados, que hacen fila para entrar al negocio. Ocurre que los jugadores de Pokémon Go son “obligados” a dirigirse a determinados puntos clave para atrapar monstruitos, o para entrenarlos, espacios físicos muchas veces explotados por afamadas multinacionales. En Japón, McDonald's ya ofrece salas especialmente preparadas para calmar la sed de los cazadores.
Otro de los puntos oscuros es la extracción de datos que opera la aplicación sobre sus usuarios. Varias voces se elevaron para denunciar esta maniobra. Durante la presentación de su film Snowden, el director de cine Oliver Stone identificó al videojuego como un nuevo nivel del capitalismo de la vigilancia. “Estamos asistiendo a una suerte de sociedad robot, donde cada uno sabrá cómo se tiene que comportar. Esto es lo que se llama totalitarismo”, disparó el director de Pelotón en la Comic Con de San Diego.
Pokémon Go arranca
No todo es color de rosa en este manga mundial. En los últimos días, la fiebre desatada por Pokémon Go sube su temperatura y han aflorado las primeras complicaciones en el cuerpo social global. Algunos trágicos episodios parecen sacados de una mala película de clase B. ¿Los más curiosos? Una cazadora obsesionada con encontrar un pokémon acuático se topó con un cadáver flotando en un río, en el estado de Wyoming; varios descuidados coleccionistas de monstruos resultaron heridos al no prestar atención al tránsito y unos cuantos conductores irresponsables chocaron sus automóviles. Hasta un deportista francés se quejó en las redes sociales porque no pudo encontrar monstruos en la Villa Olímpica carioca.
Además, la realidad aumentada implica que los jugadores se acerquen a determinados sitios a los que, de otra manera, no irían. Una ONG bosnia advirtió sobre los peligros de jugar Pokémon Go en las regiones minadas que dejó el conflicto armado en ese país balcánico. Hace algunos días, fans de Pikachu intentaron violar la rigurosa seguridad de la Casa Blanca y el Pentágono. Para el desarrollador Borromeo, “el juego debe tener mecanismos que prevengan cualquier tipo de explotación inadecuada del mismo”. La resignificación que se hace del territorio urbano se vuelve ahora motivo de acaloradas discusiones. Las autoridades del Museo de Auschwitz, en Polonia, y las del Memorial del 11 de Septiembre, en Nueva York, han solicitado evitar esos espacios en el mapa virtual del juego, por considerar que pueden ocasionar prácticas fuera de lugar.
Borromeo explica que, más allá de los desafíos que plantea, Pokémon Go obliga a interactuar de forma directa con personas antes desconocidas: “Pronto veremos gente jugando en grupo por la calle. Relaciones que quizás perduren en la vida real”. «
Cómo atrapar a Pikachu
Pokémon Go es un ejemplo paradigmático de cómo la realidad aumentada, que consiste en ubicar elementos virtuales dentro del mundo físico visto a través de una pantalla del celular o de una tablet, puede transformarse en un juguete de masas. Los jugadores deben recorrer la ciudad guiados por un mapa virtual en sus celulares, buscando a los famosos monstruitos. Una vez localizados, los cazadores deben atraparlos, lanzándoles las Poké Balls virtuales. La idea no es enteramente nueva. Hay varias compañías que ofrecen esta tecnología a sectores profesionales y Google intentó popularizarla con su proyecto Glass. El lanzamiento sudamericano de Pokémon Go se espera para mediados de agosto. Los fanáticos argentinos deberán ser pacientes. Sin embargo, los rumores en la web circulan a la velocidad de los rayos de Pikachu. Desde las cuentas oficiales de Nintendo se anuncia un Campeonato Mundial de Pokémon, entre el 19 y el 21 de ese mes. Y hay quienes especulan con que el lanzamiento será esta misma tarde de domingo. ¡A preparar las “pokebolas”!
Una nota en Tiempo Argentino, escrita a cuatro manos con Guido Molinari. Se lee por acá