martes, 12 de agosto de 2008

Nerca

Relato "Nerca", incluído en el libro "27.182.414" (Editorial Yerba Mala Cartonera, 2007)


NERCA

A no ser que te lo quieras llevar en una bolsa de residuos o en un cacho de diario. Otra cosa no me queda. Fijáte si te sirve, Canopla. Además, hace un calor de la puta madre en la calle, se te va a pudrir y te vas a quedar con las ganas. Mirá que no sé donde vamos a encontrar otro igual.

Dale, quedáte. Nos hacemos unos drinks y escuchamos la radio. Ése es mi poyo. Tiráte en el sillón mientras te armo el fernecito. ¿Noventa dos diez, no?

Sabes que ayer anduve pensando en todo esto de la nerca, en cómo nos quedamos pegados sin darnos cuenta. Porque lo nuestro no es una simple adicción como la que puede llegar a tener un falopero o un catorce, lo nuestro guarda cierto costado ético, te diría más, lo nuestro es un servicio a la comunidad, una suerte de altruismo pragmático. Porque, aunque vos no lo creas, el día de mañana nos van a reconocer todos estos años de andar cargando fiambres de un lado para el otro. ¿Te imaginás? A Canopla por los servicios prestados a la Nación Argentina, y todas esas paparruchadas en un monolito en pleno Barracas, cerca del Riachuelo donde tiramos las piernas el otro día.

Está de diego el fernando. Hermanito, sabes que andaba pensando algo raro esta mañana, mientras le daba con el serrucho al cuerpo del milico. Por ahí vas a pensar que me estoy poniendo flojo, que los años me están poniendo medio amanerado, que sé yo.

Canoplita, no quiero matar más, quiero pegarme el palo por un tiempo, limpiarme la mente de tanta sangre, de tantos años de andar laburando en esta mierda, hacerme chiquitito y guardarme en uno de esos sobres número cinco y pegar una estampilla y mandarme al Tibet o a Villa La Angostura para hacer otra vida, para no sentir esas heridas de la espalda, esas quemaduras de las manos; pero antes, como todo grande, darme el último festín, agarrar a uno de los gordos, a esos que venimos soñando desde el 76, darle una buena paliza y armar una buena festichola con los muchachos de la asociación. Si hasta el Gordo Sanguche se va a emocionar cuando le tenga la tripa cocida de uno de esos hijos de puta que le dieron picana en algún sótano. Porque esos hijos de puta andan sueltos ¿Qué te pensabas? Que estos tipos se iban a pegar el palo después de lo de Malvinas y del juicio, nunca compadre. Los conchudos se guardan como los osos en el invierno, se camuflan de superados, se rezan un padrenuestro y aparecen como el abuelito de Heidi en la revista del domingo. Estos tipos se están reorganizando y ahí es donde entramos nosotros. El pueblo tiene que darse cuenta que hay tipos como vos y yo que les estamos cuidando la quintita. Gracias a que nos cargamos con un par de fiambres al mes, la familia sana y argentina puede dormir tranquila, sin miedo a que estos tipos les copen el rancho y quieran limpiar el ispa.

Limpieza, extirpar el tumor, cortar los yuyos, llamalo como quieras. A mi me gustó como lo tituló el diario de García cuando nos chupamos a ese otario de Caballito, ese que tenía gusto a pollo. ¿Cómo se llamaba? Bué… no importa, la cosa que en el diario nos clavaron “A sangre fría”, como el título de la novela de Capote - y ojo que los dos lavatapers gringos del libro se cargaron una familia por menos de cuarenta dólares -, lo nuestro es distinto, lo nuestro es por revisionismo histórico. No somos como esos perejiles progres que lavan culpas del pasado reescribiendo aquellos años. Nosotros somos tipos de acción, Canoplita. ¿O ya te olvidaste como se ensañaron con tu hermana en el chupadero? Como se la deben haber picaneado en el pozo de Castelar, y nosotros corriendo de una punta a otra de la Capital, como gitanos parias, llevando la valija con la pilcha y los libros prestados. ¡Pero que libritos! Bakunin, Conti, Ginsberg, Engels, de todo papá, lo mejor. Todavía debe andar dando vuelta ese librito de bolsillo que me había dado tu jermu, el de la copilación de los cuentos de Cortázar, ese que me calzaba justo en el bolsillo del jean. Eso era lo más, hermano. Uno podía andar con el libro de acá para allá y nada de andar cargando el broli en la mano. Como que se hizo parte mía, como una pierna más. Era cosa de levantarme, calzarme el jean, la remera, las botitas de cuero que me había comprado mi abuela en Mar del Plata y el libro de Cortázar.

Los cuentos no eran gran cosa, pero había uno que me daba vuelta, lo leí como ochocientas veces durante el verano del 77. Era ése del boxeador, ¿Cómo se llamaba? La puta madre que me parió, ya no me acuerdo de nada. Mira que tenía buena memoria cuando era pibe. Los curas me hacían memorizar las canciones y los rosarios y yo los repetía en dos patadas, pero como que después de que me chuparon la cabeza se me partió en mil esquirlas, y hay cosas que borré, hay cosas que no puedo retener, cosas importantes, Canopla.

Bue..ya va a venir. Ése del tipo que anda postrado en un hospital, el boxeador de Mataderos, mirando el techo y recordando los años en que era guapo y malevo y se cargaba a cualquier gil que le ponían adelante. Lo loco era que al tipo se le notaba un cierto aire de melanco, hasta de bronca, Canoplita. Mira como es la vida: el tipo más poronga largaba todo eso desde una cama de hospital, olvidado, como terminan los grandes, y además al tipo le molestaba eso de estar acostado y mirar el techo porque le hacía acordar a la última pelea. Debe ser raro eso de andar despatarrado después de una buena ñapi y saber que no podés más, que hasta ahí llegaste. Algo de eso me anda pasando, compadre.

¡Que cumbia ésta, compadre! Haceme el favor, poné la radio al taco. Colombiana, debe ser de Colombia, escucha la letra. ¡Se me van a olvidar! ¡Eso! La vida que vive de ese recuerdo parido a balas ¡Cuando no éste, recuerden que el odió partió con mi muerte! Y es así, hermano. Por ahí, en un par de meses sea sólo un fantasma, por ahí vos volvés a lo tuyo, dale, no te hagas el boludo, si querés volver a lo de la docencia, pegále para adelante, Canopla. Si era eso lo que te tenía vivo, después de todo, un poquito de pensar en vos no te va a venir mal. Si los años curaron las heridas, bah...eso es lo que creen.

Sabes que el otro día, cuando le estábamos dando maza al Tigre, se me vino de apuro una imagen, justo cuando le estábamos cortando el cuello se me apareció como una película con caras de gente que no recuerdo, pero que estuvieron ahí conmigo en el pozo, una atrás de otra, justo cuando la sangre del milico goteaba del cuello. Por ahí es como la historieta de los mapuches. El gordo Sanguche una vez me contó que los mapuches leían el futuro en la sangre de los caballos y las vacas que se manducaban, una especie de gualicho, que sé yo. En una de esas el destino quiere decirme algo, quiere que pare, que me haga un poco humano, que me busque un laburo y una mina; que me haga la casita en la costa y me deje de hinchar las pelotas con el pasado. Pero no puedo Canoplita, hasta que no me cargue al último hijo de puta que nos jodió la vida no paro. Ya sé, ya sé, hermano. Perdoname, digo pavadas. Por ahí me quedé en lo de la política y la militancia, que Perón o muerte, que viva la Federación, que la mar en coche. Sabes algo, me voy al biorzi. No te jodo más hermano, llevate la nerca tranquilo. Mañana es otro día y hay que trabajar. ¿A las cinco y media te paso a buscar? Esperáme listo, a ver si no nos dejan entrar en el matarife. Ya sabes como está el Turco desde que entran menos vacas en Liniers.

Te tiro la última y te dejo en paz, hermano, así te podes ir a hacer la cena. Con todo esto de la inflación, el tipo del mercadito me pidió si le podíamos conseguir unos cortes baratos, alguno de yapa, para revender en el local. Pensé en el Almirante, ese que está guardado en la casita de Belgrano. Fijate si podes pensar en como entramos por el jardín de atrás. Andá tranquilo, esto de manducarse a los fachos me deja con el cuerpo a la miseria, como que me carga de un odio, pero ya voy a poder parar, ya vamos a parar.

jueves, 7 de agosto de 2008

Antología narradores latinoamericanos


El link que les adjunto los llevará a la flamante antología "El futuro no es nuestro: Escritores de Latinoamérica", un mapa nuevo, un eslabón distinto en la cadena de generaciones después y después y después del Boom.
El prólogo a cargo del antologador, el escritor peruano Diego Trelles, está muy interesante.
Antología link

martes, 5 de agosto de 2008

Entrevista María Galindo en el SOY


ENTREVISTA > MARIA GALINDO EN EL soy de Página 12

Orgullo de incomodar

Escritora, socióloga, activista, María Galindo es el alma que respira detrás de Mujeres Creando, una organización autónoma que cuenta con la creatividad y la intervención callejera como principal herramienta. Radical hasta la irritación, esta mujer lesbiana no encuentra alianzas entre gays pero sí entre “indias y putas”, con quienes comparte la rebeldía.

Por Nicolás G. Recoaro, desde La Paz

¿Cómo encaja la cuestión de las identidades sexuales en las luchas feministas de Mujeres Creando?

—Las primeras que hemos planteado la apertura de la discusión en torno de la condición lésbica y la homosexualidad en Bolivia hemos sido nosotras, y por eso hemos tenido que pagar la factura más cara. En el ’92, cuando comenzamos con Mujeres Creando, mucha gente nos decía que nos ahorremos problemas, que no nos compremos enemigos en forma gratuita, que no toquemos el tema lésbico porque se iba a reducir el movimiento. Pero plantear estas cuestiones era abrir caminos, interpelar a la sociedad toda en un tema que era tabú.

¿Y cómo se interpela a una sociedad tan conservadora como la boliviana?

—En Bolivia se ha impuesto una visión absolutamente liberal, o mejor dicho neoliberal, que intenta manejar las identidades como cubículos separados, rígidos y fijos. Entonces se habla de lesbianas por acá, campesinas por allá, viejas más allá, madres y jóvenes por otro lado. Entrar en ese juego, en el que todos los movimientos sociales de Bolivia y Latinoamérica han entrado, es un error muy grave. Convertir la homosexualidad en una causa en sí misma te reduce a sólo una supuesta lucha por los derechos. Tú eres homosexual, lesbiana, gay, maricón, o como quieras llamarte, y sólo apelas a la tolerancia, y así surgen esas farándulas que se ven en las marchas del orgullo, por lo menos aquí en Bolivia.

¿Un horizonte de lucha a muy corto plazo?

—Exactamente, porque si no somos capaces de entender la homosexualidad en función de otras problemáticas políticas, se pierde mucho. Personalmente, no creo que gays y lesbianas seamos aliados naturales, yo creo que esto de las categorías es un bolsón impuesto desde un punto de vista de la normalidad. Creo que lesbianas y putas somos aliadas. Nosotras decimos “lesbianas, putas e indias somos aliadas”, porque las aliadas somos las rebeldes, las que encarnamos el mal, las que criticamos el sistema, y ahí se forjan las alianzas, no desde las diferenciaciones que construye el criterio de normalidad. Desde Mujeres Creando creemos que nuestro horizonte político no es el de ser “las lesbianas” de la sociedad boliviana. Ese sería el lugar aceptable, cómodo, muerto políticamente de antemano. Si hablamos de cuestiones lésbicas, por supuesto ahí hay luchas intrínsecas y propias, porque cuando planteamos que no somos las lesbianas de la sociedad boliviana, eso mismo no implica negar un conjunto de luchas y denuncias en una sociedad tan homofóbica, racista y patriarcal como es la boliviana.

¿Y qué hay del trabajo de las ONG y los movimientos sociales? ¿Hay chances de articulación?

—Las ONG que se han formado en los últimos años no han reflexionado ni propuesto nada nuevo, sino que han apostado por una posición banal y cómoda, que sólo apela a la tolerancia. Por otro lado, hay que terminar con algunos mitos en torno de los movimientos sociales, porque en realidad, no han adquirido gran fuerza en Bolivia, salvo en su etapa contestataria, que se dio durante la caída del gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada (en octubre de 2003) y las luchas por la nacionalización de los hidrocarburos. Actualmente han sido cooptados por el gobierno de Evo Morales y no tienen vocación crítica ni interpelan a nadie. Mujeres Creando no tuvo cooptación, intentaron apropiarse de nuestros lenguajes, pero hay una relación tan directa entre práctica política y lenguaje, y sólo ellos han tratado de etiquetarnos. El movimiento campesino y el MAS (Movimiento al Socialismo) siguen siendo grupos reaccionarios y homofóbicos.

¿Esa homofobia se materializó en las discusiones durante la última Asamblea Constituyente?

—Durante la última Asamblea Constitu-yente no tuvieron forma de evitar el debate sobre homosexualidad. Era increíble, se hablaba de anormalidad y degeneración, además de tener siempre una visión paternalista en referencia a las diferencias sexuales. La Comisión de Derechos Humanos de Bolivia sólo entiende los derechos humanos desde la persecución dictatorial a la izquierda, nunca entendieron otras persecuciones, como las que vivimos actualmente, con democracia incluida. Nunca entendieron el tema homofobia. No sé si eso pasó también en la Argentina... Aunque las Madres de Plaza de Mayo han hecho una fábrica de sábanas con trabajadoras travestis.

¿Y en la calle también se vive esa homofobia?

—De terror. Buscar vivienda, para dos mujeres lesbianas, es muy duro. En los colegios se sigue condenando la homosexualidad, y a esos jóvenes les queda la cárcel, el suicidio. Recibo denuncias constantes de suicidios, expulsiones, porque te botan de lugares donde vives, donde trabajas. La boliviana es una sociedad que no quiere repensar muchas cosas y hay una ilusión muy light, sin contenido, que dice que está cambiando. Mentiras.

¿Y qué posición tenés en relación con las Marchas del Orgullo que se hacen en Bolivia?

—Nosotras no hemos participado en las Marchas del Orgullo porque en Bolivia son funcionales a las instituciones reaccionarias. Por un día se da el permiso estatal para festejar el ser gay. En ese juego sólo gana la institución. Y además se da el circo para la homofobia, donde no se puede resignificar nada. Los medios muestran el circo y los compañeros dicen el guión esperado, siempre con el estereotipo aceptable. El Día del Orgullo no me voy a sentar con las autoridades del municipio o del gobierno, con mi pancartita y mi arco iris, y decir que el gobierno es más tolerante y que ha cambiado. La marcha termina funcionando con códigos de lenguaje que no interpelan a nadie.

Actualmente hay una campaña muy fuerte del Estado en referencia a la tolerancia de las diferencias sexuales.

—Es tragicómica la campaña. Lo grave es que lo paga el Fondo Global (destinado a la lucha contra la malaria, la hepatitis y el VIH). La campaña es totalmente reduccionista, se asocia directamente a maricones y lesbianas con el VIH. En las publicidades hablan una chola, un joven, un trans, un maricón, una lesbiana, y cuando aparecen éstos aparece el cintillo de lucha contra el HIV. ¿Por qué no sale la imagen del Evo con el cintillo y la frase “el VIH no discrimina”?

¿Cuál es el planteo de Mujeres Creando frente a esto que analizan banal?

—Nuestras acciones plantean cuestionamientos en referencia a la utilización del espacio público, la persecución que hacen las instituciones a las trabajadoras de la prostitución, a la homofobia de los funcionarios que cierran nuestros lugares de encuentro, entonces somos siempre las lesbianas incómodas. Creo que el de-safío de maricones, lesbianas, travestis, prostitutas, vendedores callejeros es construir intersecciones de visión de las luchas. Hay que hacerse visibles, nosotras somos gente de la calle, que hace acciones y protestas en la calle, donde nuestro cuerpo se convierte en un verdadero lugar de lucha. Nos interesa erosionar, hacer explotar, nuestra lucha va por ahí, no queremos negociar ni hacernos las más aceptables.

En suplemento SOY de Página 12.

Reseña en Radar Libros

Cerca de la rEVOlución

Martín Sivak logró armar una crónica al borde del apunamiento: la vida de un sindicalista aymara que llega a presidente es el principal hilo conductor de la compleja trama interna de un mito americano llamado Bolivia.

Por Nicolás G. Recoaro

Jefazo

Retrato íntimo de Evo Morales
Martín Sivak

Debate
344 páginas

El tiempo de los pueblos andinos no es el mismo que el de otros pueblos del planeta. Por estos años, los andinos viven su Pachakuti. Un nuevo tiempo: la vuelta al tiempo de los originarios. Un ciclo que provoca transformaciones políticas, sociales, éticas y culturales. La historia gira, cambia y borra los largos años de penurias y carencias. La llegada de Evo Morales a la presidencia de Bolivia es vista por los andinos como el inicio de ese quiebre. Por eso, Evo no es un hombre más en la historia del país más pobre e injusto de América del Sur. Porque ese hijo legítimo de la Bolivia india y plebeya provocó el primer cimbronazo democrático del siglo XXI. Y finalmente, después de 500 años, el Pachakuti ha comenzado.

El periodista y sociólogo argentino Martín Sivak fue testigo privilegiado de la vida pública y privada de Evo. Jefazo. Retrato íntimo de Evo Morales es mucho más que la biografía personal de un jefe de Estado, más bien es un libro que se esfuerza por reconstruir el drama contemporáneo de todo un país. Crónica, ensayo político y biografía que desanda la vertiginosa carrera que terminó con Morales gobernando en el Palacio de Gobierno erigido en las alturas de la ciudad de La Paz.

Sivak cuenta que la primera vez que entrevistó a Evo fue en el invierno de 1995, durante un seminario sobre liberación latinoamericana. “Vestía pantalones grises, un buzo azul con una línea roja que le atravesaba el pecho y una campera negra. Nadie le prestaba atención: ni a su vestimenta, ni a él.” Una década después, su demoledor triunfo de diciembre de 2005 y su mediática chompa darían vuelta la historia. Es que durante esos diez años, la meteórica carrera de Evo hacia la presidencia rompió la mayoría de los rancios paradigmas políticos bolivianos. ¿Quién podía imaginar que aquel sindicalista aymara podría gobernar un país? Evo: el hijo de la pobreza extrema, migrante de la zafra, vendedor callejero, dirigente cocalero, jefe sindical, preso, torturado, diputado expulsado del Parlamento; acusado de narcotraficante y nuevo Bin Laden andino; segundo en la elección presidencial de 2002, líder opositor caído en desgracia, líder opositor en gracia, finalmente presidente y hasta candidato a Premio Nobel de la Paz. La vida de Evo no da respiro posible; sus días de 21 horas de trabajo continuo, tampoco. Su desaforada y pasional agenda, con un presidente que duerme menos de tres horas por día, esa suerte de “orden en el caos” en el que Evo siempre presta su oído para aprender y jugar la partida de ajedrez diaria que requiere ser presidente, se mezclan con charlas sobre sus pasiones y las pesadillas con agentes de la DEA que lo persiguen y no lo dejan descansar.

Crónica de viajes a la Bolivia profunda, la del país con las reservas de gas más importante del continente y cocinas alimentadas con garrafas o bosta de llama. “Evo es hijo de esa precariedad y, al mismo tiempo, la personificación del cambio”, reflexiona Sivak. Un presidente que no quiere entrar en la burocracia estatal, que no quiere alejarse de sus bases y sufre cuando lo ven como un político más. “Vivo preso de la burocracia; lo que más me preocupa es perder el contacto con la gente.” Por eso vuela en helicópteros que lo acercan a pueblitos que ni siquiera figuran en los mapas escolares, juega partidos de fútbol en canchas donde la pelota no dobla o disfruta platos sobrecargados de picantes populares. Sivak es un cronista que termina casi al borde del apunamiento, tan sólo por intentar seguirle el ritmo a este superhombre andino.

“Si yo fuera un minero boliviano, habría votado por usted”, le explica Bill Clinton a Morales, durante una reunión bilateral en las Naciones Unidas. Sivak recuerda que, al salir del encuentro, pudo escuchar cómo el ex pope demócrata le preguntaba a uno de sus asesores si el hombre con el que había charlado era real. Es que Evo Morales no es un jefe cualquiera, es más bien un Jefazo, como suele llamar Evo a las personas que quiere y respeta. Cuenta Sivak que cuando supo el título del libro, Evo le hizo una aclaración: “¿Jefazo? Mejor sería Subjefazo. No te confundas, aquí el Jefazo no soy yo”.

En Radar de Página 12.