lunes, 30 de enero de 2012

Bolivia construcciones




La hora boliviana
Híbrido, mestizo y heterogéneo, la crónica parece ser el género por excelencia para retratar las diferentes capas de la realidad boliviana. Bolivia a toda costa reúne crónicas del país andino. El esfuerzo de las editoriales paceñas que lo editan hace que por primera vez se distribuya su catálogo en la Argentina.

Por Nicolas G. Recoaro
La crónica parece un género hecho a la medida de Bolivia. Su carácter híbrido, mestizo, todo terreno y rizomático la han transformado en un género ideal para narrar el presente del primer Estado plurinacional del continente americano. Quién lo hubiera dicho, un género “anfibio” para contar las historias de un país que no tiene salida al mar. Seleccionadas y prologadas por el sociólogo y escritor Fernando Barrientos, Bolivia a toda costa. Crónicas de un país de ficción, libro coeditado por las editoriales paceñas El Cuervo y Nuevo Milenio (que por primera vez distribuyen su catálogo en la Argentina), reúne crónicas de 14 autores que se proponen narrar al país andino-amazónico desde algunas de sus historias mínimas o acudiendo al relato personal, barroco e intimista. Heredero de una larga tradición de libros de no ficción que podríamos remontar hasta las fabulosas Crónicas de la Villa Imperial del Potosí colonial de Bartolomé Arzans de Orsúa y Vela, los relatos de la Guerra del Chaco de Augusto Céspedes, las aguafuertes paceñas del maldito Jaime Sáenz y las crónicas etílicas de Víctor Hugo Viscarra, Bolivia a toda costa se inscribe en esa tradición, tramando relatos que narran grandes y pequeñas mitologías del presente. Un patchwork por demás heterogéneo y diverso, que son algunos de los rasgos identitarios esenciales del país.
Autores reconocidos dentro de las fronteras del Tíbet sudamericano como Edmundo Paz Soldán, Alex Ayala, Liliana Colanzi, Maximiliano Barrientos y Darwin Pinto, entre otros, que provenientes de campos muy diversos –como la literatura, la sociología, el periodismo o la crítica musical– proponen un rosario de relatos que evitan los lamentos bolivianos, y más bien bucean las encrucijadas que fundan a la Bolivia contemporánea.
Bolivia a toda costa. Fernando Barrientos (Compilador) El Cuervo-Nuevo Milenio 325 páginas
Historias como la del sastre paceño Sillerico, responsable desde hace cuatro décadas del vestuario personal y la coquetería de los presidentes bolivianos; los testimonios de un grupo de hip-hoperos alteño que alaba a Dios cantando rap en aymara a más de 3500 metros de altura; la crónica agitada del pantagruélico festejo y el backstage del primer “Día de la Reivindicación Marítima” en el estadio más grande de Chuquiago Marka, nombre aymara de la sede de gobierno del país andino; las memorias del narcotraficante que quiso cancelar la deuda externa de Bolivia a cambio de que se le permitiera operar su negocio sin trabas burocráticas; el diario de campaña de un candidato campesino a alcalde que va y viene entre su natal Arbieto y la lejana Virginia sin nunca dejar de fantasear, y más.
En el prólogo, Barrientos destaca la diversidad de miradas y graduaciones para narrar la agitada realidad boliviana que aparece en los textos: “Un tiempo con una carga intrínseca de novedad y cambio. Un tiempo veloz que se percibe como denso y prolongado por la intensidad de los acontecimientos. Un momento irradiante desde la cultura en el que se cuestionan estructuras de jerarquía y de legitimidad. Tiempos interesantes. La hora boliviana”.
Entre las crónicas que escriben este borrador de la futura historia del país andino, quizás algunas de las más destacadas sean “Kosmische cumbia”, el relato de Javier Rodríguez que se encarga de desentrañar los ocultos vínculos que existen entre la cumbia boliviana y el post punk de Joy Division o The Cure; las confesiones de “Berlín, Santa Cruz”, donde la escritora cruceña Giovanna Rivero recuerda su particular e íntima relación con las empleadas domésticas que trabajaron en su casa; o la crónica de largo aliento “Esclavos made in Bolivia”, galardonada con el premio Ortega y Gasset de Periodismo 2007, en la cual el periodista Roberto Navia se sumerge en el infierno que viven los migrantes que trabajan en los talleres ilegales de las dos ciudades donde viven más bolivianos: Buenos Aires y San Pablo. Pequeñas grandes historias que, lejos del muestrario exótico y las postales for export, traman las escenas de una road movie por el abigarrado mapa humano del país más pobre e injusto de América del Sur; un pueblo que vive, desde la llegada de Evo Morales al poder en 2005, uno de los cimbronazos democráticos más importantes del siglo XXI.


Publicado en RadarLibros de Página 12, acá el link

domingo, 22 de enero de 2012

La asunción del Paraguay

Reseña de Hugo Salas en el Radar de Página 12, sobre Los chongos de Roa Bastos.


La asunción del Paraguay

Una antología con título provocativo y que, contra la idea de muestrario, publica dos textos de cada autor, reúne la obra de nuevos narradores paraguayos, la mayoría de ellos volcados a un imaginario urbano lejos del clásico Paraguay rural.

Por Hugo Salas

Es cosa sabida que la producción interna de las distintas literaturas nacionales de América latina por lo general no trasciende las fronteras de la propia región salvo por obra y gracia de la consagración ibérica . Recuérdese, fuera de chiste, que el premio más importante otorgado a la literatura en “castellano” (el Príncipe de Asturias) al día de la fecha, continúa otorgándolo la corona española. Así, para aumentar sus escasas chances de ser leídos en Argentina, los escritores de “aquí nomás”, Chile, Paraguay, Bolivia, Perú, dependen de una consagración transcontinental, y lo mismo ocurre con el escritor argentino que quiera ser leído en los países limítrofes. A falta de políticas nacionales o regionales, siempre se dijo que el circuito de editoriales independientes constituido en la última década en cada uno de estos países “pobres” sería capaz de cubrir esa falta, pero si se revisan con atención sus catálogos, al menos en Argentina, se advertirá en ellos una marcada abundancia de autores locales, europeos y a lo sumo latinoamericanos híper consagrados.

En este contexto, la publicación de Los chongos de Roa Bastos, selección de relatos de nueve escritores paraguayos, supone tanto una apuesta como una provocación al sistema de circulación de la literatura latinoamericana. Tras una introducción que sorprende no sólo por su claridad sino también por lo acotada (es sabido que, en ocasiones, estos espacios sirven más para la publicación de extensos trabajos académicos que para ilustración del lector), se agolpa entre sus páginas la producción de Cristino Bogado, Nicolás Granada, Montserrat Alvarez, Domingo Aguilera, Javier Viveros, José Pérez Reyes, Damián Cabrera, Edgar Pou y Douglas Diegues. A diferencia de la clásica antología “muestrario”, los compiladores han preferido incluir dos textos de cada uno de ellos (salvo en el caso de Aguilera, de quien se publica un único relato de más de 40 páginas), lo que permite una mejor comprensión de sus interrelaciones y también de las variantes de cada una de esas individualidades.

Los chongos de Roa Bastos. Narrativa contemporánea del Paraguay Selección, introducción y notas de Sergio Di Nucci, Nicolás G. Recoaro y Alfredo Griego y Bavio Santiago Arcos 204 páginas

En líneas generales –desde luego injustas, como cualquier generalización–, se advierte en los autores un fuerte afán de originalidad, heterogeneidad, contaminación y mezcla, tanto en los procedimientos, materiales y temas narrativos (estruendosamente urbanos, en contraposición a la imagen de un Paraguay rural) como en la variedad lingüística. Las relaciones fluidas con el guaraní y el portugués brasileño, así como también el registro de singularidades fonéticas, es una preocupación constante, delatada por ortografías y gramáticas inusuales (“Los domingo de tarde me voy unto a mi amigo Dexter, que é taxiboy y etríper profesional en la actualidá, que ante era músico integrante de los Mariachi Loco, luego fubolita de Libertá y hoy por hoy el epecialita en actividades venérea má sofiticado y exlusivo de la farándula asuncena”) o francas mezclas idiomáticas de sabor idiosincrático (“Yo y mío amigo Charles Bronson caminábamos por la manhana soleada de la calle Palma... Yo le dizía a Charles Bronson que las yiyis paraguayas tem algo que solamente las yiyis paraguayas tienen”).

Así como algunos de los autores, en entrevistas y textos, han señalado que Roa Bastos –mentado no sólo en el título sino también en el relato “El chongo de Roa Bastos”– supo construir una imagen exportable del Paraguay, basada en un pasado rural ya inexistente en el momento mismo de su escritura, no es menos lícito advertir en este conjunto –reactivo en gran medida a ese antecesor– una imagen del paisaje urbano caótica, bullanguera, exuberante y crasa que tal vez constituya, a su manera, la “postal” de nuestros días, iluminando el modo trágico en que toda pregunta por el ser nacional, toda búsqueda de sabor local, aun la más auténtica, no escapa a una serie de prejuicios y estereotipos interiores y exteriores históricamente variables, pero igualmente férreos. Acaso la nacionalidad no sea mucho más que eso.