lunes, 24 de diciembre de 2018

Perros héroes

Con una sonrisa, la lengua afuera y, por supuesto, moviendo la cola. Así da Rocha la bienvenida a la oficina de la Unidad Canina de Búsqueda y Rescate Bomberos Voluntarios Vuelta de Rocha. El cuartel está enclavado en la calle Garibaldi. A cien metros, el barrio de La Boca besa el Riachuelo.
A la perrita la escolta Daniel Condoleo. Es el director del cuerpo, rescatista curtido y compañero inseparable de la labradora negra. "Estamos juntos hace ocho años. Ella es mi primera perra preparada para búsqueda. La traje cuando tenía apenas dos meses, era una bolita; ahora la gorda está veterana. Pero todavía le falta para pasar a cuarteles de invierno", explica Condoleo con un mate tibio en la mano, mientras Rocha descansa a pata suelta sobre un sillón.
Hace una década, algo saturado de su trabajo como radiólogo en el Hospital Ramos Mejía, Condoleo decidió darle una vuelta de página a su vida. Para ello unió dos grandes pasiones: la solidaridad y los animales. "Como que me cansé del trabajo rutinario con humanos, me absorbía mucha energía –cuenta–. En paralelo, se me despertó la veta solidaria y también por investigar el trato con los perros". Así llegó al cuerpo de bomberos voluntarios, y al universo del adiestramiento. "Vengo de familia perrera. No tengo recuerdos de mi casa sin pelos en el piso". Autodidacta, leía artículos y miraba El Portal de las mascotas en tevé, hasta que arrancó con cursos más especializados: "Primero lo básico: saber condicionar al perro para que haga lo que le pidas, que se siente, se quede, se eche. Después ya me largué con herramientas más avanzadas para la búsqueda de personas".
Un día cayó con la idea en el cuartel: les propuso a sus compañeros armar la unidad canina. "Arrancamos desde cero. Todo a pulmón, como buenos voluntarios. Era una experiencia inédita y le dimos nuestra impronta". Desde su nacimiento, el equipo se planteó romper con los crueles paradigmas que regían la relación entre humanos y perros de trabajo: "En el pasado, el perro hacía algo por miedo al castigo. No nos gusta el maltrato a los animales ni a nadie. Nosotros aplicamos técnicas alternativas de aprendizaje. Para ellos –señala a la labradora que duerme–, el trabajo de búsqueda es como un juego. Y también lo hacen para que su dueño se sienta bien".
Esta ideología se materializa en prácticas. Por ejemplo, los canes de la unidad no pasan sus días confinados. "No tenemos caniles. Los perros están en nuestras casas y son miembros de las familias. Más o menos dos veces por semana nos juntamos a entrenar y cuando hay que ir a trabajar, les ponemos el arnés, les damos una orden y entran en modo de búsqueda. El resto del tiempo, son perros hogareños".
Rocha no es la excepción. Vive en Palermo con Condoleo, su esposa y una coqueta yorkshire terrier. Los otros seis integrantes de la patrulla canina –Clara, Uma, Quela, Daga, Monique y Max– también comparten hogar con los 13 rescatistas que le ponen el cuerpo a la unidad. "Canela fue una perrita mestiza que me acompañó en los inicios y que me enseño todo –recuerda el bombero–: la riqueza del lenguaje canino y cómo arrancar a decodificarlo, leer pequeñas señales: cómo mueve la cola, en qué contexto. Y con Rocha siempre aprendo algo nuevo. Eso mejora nuestro trabajo como pareja de rescatistas. Esto es siempre un trabajo en equipo".
Salvar gracias al olfato
"Nuestros perros no son un objeto más entre las herramientas de trabajo. Lo primero es el respeto hacia el animal y generar un vínculo con ellos", sentencia Ariel Canosa, miembro activo del plantel. Con 20 años de experiencia en el gremio –fue paseador, asistente veterinario, peluquero y maestro adiestrador–, puede dar cátedra sobre narices frías.
Integra un binomio de trabajo con la imponente Clarita, una hembra raza "PP" (puro perro) que rescató de las garras de un vecino nefasto. "La tenían encerrada en un balcón, muerta de hambre. Desnutrición extrema, dijo el veterinario. Tan flaca que en vez de pisar con las almohadillas de las patas, usaba el hueso", dice Ariel y acaricia la cabeza de su fiel compañera, que luce más saludable que Rin-Tin-Tin en sus mejores épocas.
Apenas rescatada, Clarita pasó del otro lado del mostrador y exhibió todas sus aptitudes como rescatista. "Enseguida se destacó en el juego, que es una de las características básicas. Ella no busca a una persona; entiende que para recibir su premio, una pelota o un mordiente, tiene que encontrar a alguien que no está a la vista". Por su explosiva rapidez, todo un perro dinamita, participa en búsquedas de personas vivas en grandes áreas, como campos.
En el teatro de operaciones, los perros sacan chapa de su infalible sentido del olfato. Pueden oler hasta 20 mil veces más que un humano. Los especialistas afirman que cualquier perro puede ser rescatista. Pero algunos tienen rasgos genéticos que vienen de fábrica. Es el caso de los orejudos sabuesos bloodhound: "Sus orejas les marcan el nivel del terreno. Porque el perro clava la nariz en el piso y arranca a buscar, y va concentrado, con los ojos cerrados, casi a ciegas", suma Condoleo. 
En los derrumbes, se necesitan canes ágiles y rápidos para encontrar a los heridos entre los escombros. En ese escenario, los perros trabajan "desnudos", sin ataduras de pretales o correas, para evitar que queden atrapados. Los border collie y los pastores belgas malinois se destacan en esta faena de exploración. Rocha está preparada para la búsqueda de cadáveres. "Es una tarea dura –cuenta Condoleo–, pero para los familiares de una víctima, que un cuerpo sea hallado es reparador".
Estudiar con el perro
Alguien rasguña la puerta de la Unidad Canina. Es Bambi, una perrita callejera que vive en el cuartel. "No integra el equipo de búsqueda, pero es la más voluntaria. Cada vez que salen los bomberos, se sube a la autobomba", explica Ariel Abregú, rescatista y maestro de adiestradores en la escuela de Vuelta de Rocha.
Con tres sedes en la ciudad –Palermo, Floresta y Barracas–, la tarea pedagógica suma ingresos para solventar la capacitación y el equipamiento de esta unidad de rescate multidisciplinaria, con reconocimiento del Ministerio de Seguridad. Ariel detalla: "Brindamos cursos de formación, práctica profesional para adiestradores y solución de problemas comportamentales del perro y la familia. Es un oficio que tiene mucha salida laboral". La cuota mensual araña los mil pesos. En cada lechigada de egresados, resalta, buscamos perfiles que puedan sumarse al equipo. "Hay que tener aptitud y actitud. Pero sobre todo, vocación de servicio a la comunidad".
Siempre listas, Clara y Rocha posan en las autobombas para el retrato final, junto a sus fieles dueños. Desde un sillón, Bambi contempla a las estrellas sin mosquearse. Prefiere guardar fuerzas. No sea cosa que suene el teléfono del cuartel, los voluntarios deban subir a los camiones y salgan rápidos como bomberos para apagar algún incendio. Con la valiente perrita corriendo a su lado. Una auténtica heroína anónima.
Crónica publicada en Tiempo Argentino, por acá

martes, 11 de diciembre de 2018

Viaje al mundo de un terraplanista

"Los satélites no existen". El título del artículo posteado en Facebook primero llamó su atención. Se sabe: el algoritmo de la red de Zuckerberg es infalible para dar en el target. El muchacho dudó un instante, dos o tres segundos, hasta que decidió darle una oportunidad a la lectura. Tomó coraje y le dio click.
"Era 2015. Estaba investigando en la compu, convaleciente, recuperándome de una operación de rodilla. Antes de ponerme a leer, pensé que era una estupidez. ¿Cómo que no existen los satélites? Por mi trabajo yo había usado un software para simulación de partículas para una publicidad del History Channel. Lo que me llamó la atención fue que el artículo estaba firmado por un ingeniero en telecomunicaciones, muy bien fundamentado, con muchos tecnicismos. Cuando lo terminé, se me había abierto la puerta de otro mundo: el terraplanismo", dice Lautaro Iru Fernando Landucci, sentado frente a dos monitores encendidos, en uno de los ambientes de su productora audiovisual enclavada en Calle 13, pleno centro de La Plata.
Landucci tiene 37 años y se gana la vida como técnico en efectos visuales, pero es, sobre todo –según se define–, un apasionado por las "mal llamadas" –aclara– teorías conspirativas. Durante un lustro le puso voz a una columna dedicada a ese difuso gran tópico en pequeños programas de FM. La masonería, el asesinato de Kennedy, los ovnis y el "Nuevo Orden Mundial" son materias a las que ha dedicado largas horas de estudio, quemando sus pestañas en la Web.
Pero más allá de estos pergaminos, el currículum de Landucci va ganando notoriedad como divulgador de una "teoría" que (¡en pleno siglo XXI!) sostiene que la Tierra, lejos de ser un esferoide oblato, es más plana que una plancha. Entre otros principios, los terraplanistas afirman que no existen evidencias empíricas de que el planeta gire alrededor del Sol. Mucho menos de que el hombre haya dado siquiera un pequeño gran paso para la humanidad sobre la superficie lunar.
"Antes vivía en el heliocentrismo y la historia oficial de la NASA –dice Landucci, categórico–. Pero cuando comencé a investigar, surgieron las dudas. No te hacés terraplanista de un día para el otro." La mayoría de la gente, dice, no se hace preguntas, cree en los principios de la ciencia como si fuera una religión: "El terraplanismo moderno se aleja de la religión y tiene una pata científica. Nuestra teoría es empírica, real, observable, y pone en duda todo el modelo establecido".
De repente, Landucci hace un alto en su discurso, toma el mouse, bucea en las mil y una carpetas que atesora su computadora y abre un video: "Fíjese bien, ¿dónde ve la curvatura de la Tierra en esta toma? El asunto es fácil de explicar: la esfera terrestre tiene 12 mil kilómetros de diámetro, si nos elevamos 15 kilómetros en una vertical tangente al centro tendría que verse la curvatura. Pero no aparece. Se han tirado globos con lentes rectilineales, que llegaron hasta los 35 kilómetros. Y no se ve. La primera vez que vi este video me dije: ¡Upa, ahora sí sé cómo es la Tierra!".
Planchadita, planchadita
La teoría terraplanista tiene un vasto recorrido. Su primer impulsor fue el escritor inglés Samuel Birley Rowbotham, autor de Astronomía zetética: La Tierra no es un globo, un volumen panfletario publicado a finales del siglo XIX, dedicado a gritar a los cuatro vientos las bondades de la Tierra plana. Para Rowbotham, nuestro planeta no es tal sino apenas una extensa planicie en el piso de una gran burbuja en un universo sólido, posiblemente de piedra. Una gran caverna iluminada por dos globos brillantes, el Sol y la Luna. El Polo Norte está ubicado en el centro del disco, con los continentes acomodados puntualmente como en el logo de las Naciones Unidas, coincidencia que, dicen, entusiasmó a muchos planistas y les hizo pensar que (¿otra conspiración secreta?) las grandes potencias están de acuerdo con sus principios. La Antártida no aparece en la nueva cartografía: después del mar perimetral lo que hay es una pared de hielo de 50 metros de alto.
Tras la muerte de Rowbotham en 1884, Lady Elizabeth Anne Mould Blount, una acólita de su obra, fundó la Sociedad Zetética Universal, para mantener vivo el legado del maestro. Después de la Primera Guerra Mundial, el grupo, cuyas creencias se basaban en una lectura efusiva de la Biblia, se evaporó como el agua. Sin embargo, la idea de que la Tierra es un disco plano no se ha desvanecido en el final de los tiempos. Desde mediados del siglo XX, la Sociedad de la Tierra Plana, fundada por el británico Samuel Shenton, tomó la posta en la chata cruzada. Ni la esfericidad postulada por Aristóteles, constatada por Elcano en su circunnavegación de 1519, ni la sombra que se proyecta sobre la Luna durante los eclipses y mucho menos las imágenes registradas por astronautas desde el espacio, más de 2000 años de evidencias científicas siguen chocando con sus teorías.
Landucci comulga con una rama jovencísima del movimiento, el neoterraplanismo: "Surge en 2014. Los anteriores eran una oposición controlada. Pude participar en cuatro conferencias. A la que se hizo en Carolina del Norte, el año pasado, fue mucha gente. ABC News y Fox sacaron informes ridiculizándonos, pero ni siquiera entraron a escuchar las ponencias. Es curioso lo que nos pasa a los terraplanistas. Parece que no podemos salir a decirlo abiertamente. Uno puede creer en fantasmas, en unicornios de colores… Pero si decís que la Tierra es plana te tiran con todo: '¡Estás loco! ¡Terminá el colegio!' Es algo que no se puede discutir, un dogma".
La NASA y el globo
De chico, Landucci era fanático de las naves espaciales. En su cuarto adolescente atesoraba una miniatura del Apolo XI y un póster de la NASA: "Vi todas las películas, informes y documentales sobre el tema. A la distancia, me doy cuenta de que el fanatismo no me dejaba ver la ridiculez de esos viajes. Todo hecho en un estudio de televisión. Al ser humano se lo adoctrina con imágenes. Y en eso la NASA es experta". Otra vez, el terraplanista husmea en su computadora. La nutrida videoteca que comparte en sus plataformas digitales muestra clips neobarrocos, sobrecargados de información, forjados con imágenes de archivos donde se ven astronautas controlados con hilos como si fueran títeres, naves espaciales dignas de Sábados de Súper Acción y trabajadores retocando impecables paisajes lunares: "Ya lo dijeron los Red Hot Chili Peppers –pontifica Landucci–: 'El espacio puede ser la última frontera, pero está hecho en un sótano de Hollywood.’”
Este año, algo cansados de explorar apenas la faceta bibliográfica del terraplanismo, su divulgador platense y un grupo de colegas decidieron encarar un estudio de campo. Un experimento único, aseguraban, sin precedentes en la historia argentina: lanzar un globo aerostático para constatar, con sus propios instrumentos, la planicie que reina sobre el orbe. Lo bautizaron proyecto ArFLAT. Hicieron una vaquita virtual, juntaron $ 60 mil, importaron un inflable desde EE UU, pidieron permiso a la Fuerza Aérea, se fueron hasta el aeropuerto pampeano de Victorica, equiparon al globo con cámaras especiales, agregaron un GPS y el 6 de octubre lo soltaron. "Parecíamos sacados de la película Twister", saca chapa Landucci. A 22 mil metros de altura, una antena suelta en el objeto volador identificado arruinó el experimento. Les pinchó el globo.
Hace unas semanas, Landucci recibió un llamado desde La Pampa. Un gaucho había encontrado las cámaras. Pudo compartir algunas imágenes rescatadas por su canal de YouTube. Proclama que confirman su hipótesis. Antes de despedirse, posa con el globo terráqueo que tanto combate y dispara: "No sé cómo alguna vez pude creer que vivía en una pelota". «
Crónica publicada en Tiempo Argentino, por acá