lunes, 19 de septiembre de 2016

Dale, dale con el look

"La mujer de un presidente puede tener un rol político o acompañar y ayudar desde otro lugar. Mi vida es muy activa, estoy todo el tiempo en movimiento… Me encargo de las comidas, de la casa, de la obra en Olivos… Me gusta ocuparme de la ropa, de llevar y traer a mis hijas, prefiero hacerlo yo." Así reflexionaba Juliana Awada en la revista Noticias, casi como si se tratara de la protagonista de una publicidad de un producto de limpieza para el hogar, sobre su métier de primera dama, poco después de que Mauricio Macri asumiera la presidencia.
La aparición de Awada ha dotado a la Argentina de un formato nuevo –que no es lo mismo que moderno– para el rol y el marketing de primera dama. Lejos del activismo social de Eva Perón o del perfil político de Cristina Kirchner, también está lejos del papel de entrecasa, poco trascendente y poco visible de Inés Pertiné o María Lorenza Barreneche. La esposa del actual presidente se ha vuelto figura omnipresente en los medios. La moldean como un fetiche que representa un modelo de mujer que reclama un perfil activo y presume de contemporáneo, sin opacar jamás el lugar dominante del marido, y que recupera los emblemas más tradicionales (o conservadores) de lo femenino.
A pesar de la naturalidad con que Awada se ha hecho cargo de ese modelo, es inevitable percibir, tras el crecimiento de su imagen, el trabajo estratégico del marketing. Con el objetivo de deconstruir el intrincado montaje detrás de la imagen pública de una primera dama abanderada de la sencillez elegante, Tiempo consultó a un grupo de especialistas en comunicación, publicidad y análisis del discurso.
Espejito, espejito
María Juliana Awada se crió en el seno de una familia de clase media alta de origen sirio-libanés. Estudió en una escuela de élite y en los frívolos '90 formó parte del círculo de Zulemita Menem. Estuvo en pareja con un conde belga ostentosamente falso, pero ostensiblemente terrateniente. Hizo carrera como diseñadora y fue acusada junto a su familia por explotación de personas en talleres clandestinos. De linaje musulmán y cultora del New Age, decidió hace poco bautizarse en la fe católica. Es conocida como "La Turca" entre los popes del PRO. En su libro Juliana, el periodista Franco Lindner especula que la primera dama es "la dueña de Macri: la que comparte la cama y el poder con él."
Para Ingrid Sarchman, docente e investigadora de la UBA, las pruebas de ese vínculo basado en el poder saltan a la vista: "Los especialistas en marketing detectaron que algunos sectores sentían rechazo hacia la figura de Cristina como mujer 'fálica', de mal carácter, demasiado maquillada, hasta poco femenina. Por eso la imagen de Macri instando al diálogo, a cerrar la grieta, llamando a la concordia, venía como anillo al dedo. Y si además estaba casado con una mujer linda, elegante, que parecía compartir esos mismos valores acerca de la 'paz social', todo cerraba.
En coincidencia, la periodista y docente de la Universidad de Rosario, Susana Rosano, sostiene que "frente a la imagen de Cristina siempre enojada, retando a todo el mundo, la de Awada parece un correctivo: 'Este es el verdadero lugar de la mujer, al lado de su marido, y haciendo un poco de beneficencia'." En la construcción de esa dualidad es fundamental el rol que asumen los medios.
Las noticias sobre la primera dama desbordan las páginas de las revistas de chimentos, celebrities y aun las periodísticas. La versión local de ¡Hola! reproduce en su tapa de manera regular escenas de la vida cortesana de la "reina" Awada, junto a las de otras figuras de la realeza europea, como su amiga Máxima de Holanda. ¡Hola! es una publicación del grupo La Nación. Awada es amiga de Pamela Marcuzzi, esposa de Fernán Saguier, subdirector del diario.
"La exposición es fundamental. Para vender un producto, hay que exhibirlo", asegura el creativo publicitario Gabriel Raimondo. Dado el cuidado puesto en difundir las apariciones públicas de la primera dama, "nada es improvisado. No puede ser todo tan perfecto: su vida, su cuerpo, su hija. La imagen de Awada complementa a la de Macri. Y como en cualquier estrategia publicitaria, es importante que todo eso se sepa. No es casual que La Nación o Clarín le den tanto espacio."
La licenciada en Comunicación Valeria Groisman resalta que cuando la cobertura mediática se limita a la descripción de la apariencia, exhibe una imagen empobrecedora: "Exalta las cualidades tradicionalmente femeninas –simpatía, ternura, belleza— e instaura modelos femeninos estereotipados: la mujer que acompaña en silencio, la madre dedicada, la esposa atenta."
Dale, dale con el look
Un equipo liderado por la politóloga María Reussi, en diciembre pasado designada asesora presidencial con rango de subsecretaria, aconseja a Awada sobre su imagen. El perfil social y político de la primera dama nace de una estrategia para potenciar su protagonismo. Según Groisman, "al mostrar su intimidad, al hablar de hijos y vacaciones, la gente puede sentirse identificada. Su discurso pierde artificialidad, gana credibilidad y, consecuentemente, una mayor aceptación social."
Las redes sociales se han vuelto el campo de batalla para las guerras simbólicas del siglo XXI. La cuenta de Instagram de Juliana reúne a un ejército de más de 660 mil seguidores. Awada retoca el nudo de la corbata de su marido antes de una cena con Barack y Michelle Obama, o posa con aire casual pero intenso en un templo budista del Lejano Oriente. Raimondo sostiene que Instagram "se destaca por lo estético: imágenes con filtros, trabajadas, pensadas con mucho cuidado. Ahí no importa qué hizo, qué dijo, ni cuán informada está: importa cómo se ve."
Consultada por el diario español ABC sobre la influencia de la figura de Jackie Kennedy, Awada confesó: "Elijo ser yo, tener mi propio estilo y no tomar como referente a nadie. Lo importante es que la gente sepa que estoy al lado de Mauricio." Esta respuesta, que parece cargada de humildad y en la que Awada reclama para sí el derecho de mantenerse auténtica, es sin embargo un nido de ambigüedades. "Cuando uno dice 'no me quiero parecer a X', inevitablemente está instando a que X sea el referente", reflexiona Sarchman. "Podría haber mencionado a otras primeras damas, pero menciona a Jackie porque en el imaginario social ella estaba asociada a elegancia, familia de alcurnia y compañera hasta, literalmente, la muerte del presidente."
En el mismo sentido puede leerse la importancia que le adjudica al hecho de que la gente sepa que ella está junto a Macri, como si su rol fuera determinante para que el presidente cumpla con el suyo. ¿Será que el mandatario no puede con el país si Awada no le ajusta el nudo de la corbata? ¿O en qué otra cosa es políticamente importante la primera dama, más allá de su rol de esposa entregada a seguir a su marido, siempre elegante y con una sonrisa? "Hay un interés de captar a las multitudes desde un perfil melodramático –afirma Rosano–, y desde ahí se podría formar una serie con Mirtha Legrand y Susana Giménez, pero en un estilo mucho más cool. Una especie de reina blanca que acompaña a su príncipe de ojos claros, como en los teleteatros." Una ficción, en definitiva, con la que sólo se intenta tapar el bosque de una realidad más dura.
Una nota a cuatro manos con JP Cinelli en Tiempo Argentino, se lee por acá

lunes, 12 de septiembre de 2016

Historias de junqueros

Sentado sobre el esqueleto de una lancha, Orlando Héctor Arroyo recuerda al Tuqui, su primer bote. "Me dijeron que no servía ni para hacer un asado. Pero todavía camina. Me costó una pila de plata en los ’70", cuenta y dibuja con sus curtidas manos una etérea montaña de billetes. Tiene 68 años y más de 40 de vida isleña. Desde los 12 trabaja por su cuenta. Plantó sauces, cazó nutrias y cortó juncos. Sobre todo cortó juncos. "Nunca bajo patrón –resalta Arroyo–. Pero todo se terminó cuando llegó el Colony Park y nos echaron", dice y convida un mate amargo. Ahora pasa sus días en el continente, en una barriada cerca San Fernando, lejos del río. "A veces vengo a la costa a ver las embarcaciones y me da tristeza. O recuerdo cuando cortaba juncos y sentía que el perro salía corriendo porque había visto una nutria, y yo dejaba la hoz y salía disparado a agarrarla. Extraño la isla, el río... No es tan fácil olvidar".
Arroyo no olvida los últimos meses de 2008, cuando las topadoras del emprendimiento inmobiliario Colony Park arrasaron su casa y las de otras 20 familias que vivían sobre los arroyos Anguilas y La Paloma, en la Primera Sección del Delta del Paraná. "¿Sabe qué sentí? –confiesa el veterano junquero–. Mire, yo estuve cuatro veces al borde de la muerte. Pero acá me tiene, luchándola. Por eso vengo a la cooperativa, porque este es mi lugar."
Navegar es preciso
La lancha avanza a los tirones por el Canal Vinculación. Son las diez y el sol calienta la mañana de un invierno miserable. Ignacio vive en Chacarita, pero pilotea la pequeña embarcación con la destreza de un viejo capitán. Tiene 31 años, estudió Agronomía y milita en el Movimiento Nacional Campesino Indígena. "Nos sumamos para el armado de la cooperativa y aportar desde lo productivo", grita a viva voz, para ganarle la pulseada al motor fuera de borda.
Sobre la margen derecha del Vinculación abre su boca el Anguilas, el arroyo que Haroldo Conti utilizó como escenario para su novela Sudeste. Poco queda de la llanura de juncos que describe Conti. Tampoco están en pie la bóveda de árboles, las plantaciones de frutales y las humildes chozas de los isleños. Sí hay una casilla de seguridad de Colony Park, que custodia con recelo la entrada y salida de embarcaciones. "Aunque en 2011 la justicia frenó el proyecto por el impacto ambiental, la cuestión de fondo es que no se resolvió la tenencia de la tierra. Los compañeros vivieron en la isla de generación en generación, y de repente cayó una empresa con un papel y les dijeron que la tierra no era de ellos. A muchos los desalojaron, o cuando se iban a pescar, volvían y encontraban la casa quemada. Se aprovechaban de que no sabían leer y escribir, aparecía un tipo de saco y corbata con un papel y los echaban", cuenta desde la proa Rodolfo, otro agrónomo que milita por la causa isleña.
En 2010, como forma de resistencia, varias familias se organizaron y conformaron la cooperativa Isla Esperanza. Desplazados, sin lugar para cortar y secar los juncos que les daban de comer, montaron un galpón sobre el arroyo La Paloma y comenzaron a producir cortinas, con una máquina adquirida gracias a un subsidio del INTI. También plantaron duraznos y dieron los primeros pasos en la apicultura. La cooperativa se mantuvo a flote pese a las tormentas que debió capear. "Al principio, caía la Prefectura en las asambleas, pedían DNI, nos preguntaban de qué íbamos a hablar. Se transformó no sólo en un lugar de producción, sino en un espacio abierto a la comunidad, político. Y eso le molesta a mucha gente", explica Ignacio, mientras el tracker avanza manso por el agua barrosa.
En los últimos tiempos, la cooperativa sufrió robos y aprietes, pero la sangre llegó al río hace pocas semanas. El domingo 21 de agosto, cerca de las 19, un incendio devoró el galpón. Los trabajadores denunciaron que fue un ataque realizado por tres personas, que se dieron a la fuga en una lancha azul y blanca, en medio de la oscuridad. La imagen dantesca con llamas de siete metros de altura parecía sacada de un cuadro de Fermín Eguía. Aquella noche, la Prefectura se mantuvo impávida en su puesto de vigilancia, ubicado cerca del galpón. Dándole la espalda al fuego. Y también a los isleños.
Cenizas del paraíso
En el predio de la cooperativa sólo quedan maderas quemadas, fierros retorcidos y cenizas. "Con el incendio ardieron 100 mazos de junco. Entre galpón, maquinaria, equipo de apicultura y los libros que contaban la historia de la cooperativa, perdimos como 300 mil pesos", se lamenta Arroyo, mientras carga una chapa abollada. No muy lejos, Pablo, un vecino isleño, pica cebollas para el guiso de lentejas que dará de comer a los trabajadores. Tiene 60 años y ojos azul cielo que heredó de su padre. Milita en la organización Casa Pueblo, un colectivo defensor de los humedales. "El incendio nos movilizó –explica mientras revuelve con parsimonia la olla popular–. Isla Esperanza es el primer hito de la lucha isleña. Estas situaciones se van multiplicando, mientras las autoridades municipales y provinciales miran para otro lado."
Rodolfo apila sillas y libros calcinados, custodiado por una bandera del Movimiento Campesino Indígena. Antes de seguir con la limpieza, advierte: "Hoy vamos a empezar a construir un nuevo galpón y a recuperar un pedazo de tierra que es nuestro. Nos quemaron una vez, y vamos a armar dos. Y si nos queman dos, vamos a tener que armar cuatro. La vida es así, ¡no vamos a bajar los brazos!"
Tierra y libertad
Sofía Astelarra es otra vecina que se acercó a dar una mano. Estudió Sociología y desde hace casi una década analiza el impacto socioambiental de los emprendimientos inmobiliarios en las islas. "Con el avance de la especulación de los barrios cerrados en la cuenca del río Luján, toda esta zona empezó a sufrir presiones. Colony Park obtuvo el permiso para comenzar con el dragado en 2002, y para 2007 arrancaron con los desalojos y el desmonte. Querían hacer una ciudad en la isla, y el eslogan era: 'Desurbanizá tu vida en cinco minutos'", cuenta Sofía, acerca del proyecto diseñado por el Estudio Robirosa-Beccar Varela-Pasinato que, según los isleños, ofrecía 900 terrenos con valores cercanos a los 250 mil dólares. "Echaron a las familias y destruyeron su ecosistema, les cortaron todas las posibilidades de subsistencia."
Gerónimo Gadea nació en el Delta hace 60 años. Es segunda generación de isleños. Socio fundador de la cooperativa, también hace changas como jardinero. Dice que su fuerte es la caza. Sabe leer la senda por donde trajina el animal. Todavía recuerda una batalla cuerpo a cuerpo con una nutria, hace 20 años. "Venía muerto, la agarré de la cola y salvé el día. Con esa nutria comieron mis hijos", evoca, y luego mira desconsolado las ruinas. "La isla me dio de comer toda la vida; pero ahora no se puede pescar, no se puede cazar, no se puede hacer junco. Se perdió todo."
El viejo y el arroyo
Sobre el Anguilas, Osvaldo Pedro Andino edificó toda su vida. Nació en 1944, se casó, crió a sus diez hijos y, destaca, fue muy feliz junto a su fallecida mujer, Clorinda Ramona López. Cuando tuvo que dejar su tierra a la fuerza, se fue al continente y alquiló una piecita. La jubilación mínima y la pobreza no dieron para mucho más. “Pero no, señor, yo tengo que vivir acá, como lo hicieron mi viejo y mi abuelo, que llegó al Paraná Miní en el 1900", asevera. Luego, ayuda a los trabajadores de la cooperativa Dharma Sapucay, que le dan una mano para montar nuevamente la base de su rancho.
Ataviado con un pañuelo granate al cuello, jeans gastados, gorra oscura y botas embarradas, Andino es retratado orgulloso sobre un bote, con el Anguilas como telón de fondo. "¿Sabe qué le diría a la justicia? –dice antes de despedirse–. Que nos miren un poco más a los pobres. Si nos sacan del arroyo, perdemos la vida." 
Una crónica publicada en Tiempo Argentino por acá

lunes, 5 de septiembre de 2016

Un cross a la mandíbula de los libreros

Frente a la librería El Vitral ya no hay una larga cola de jóvenes renovando la pasión por el libro impreso. Sólo algunos despistados que, con la ñata contra el vidrio, chusmean desde la vereda. Un papel pegado con cinta scotch advierte, rotundo: "No hay más libros".
En el local enclavado en Montevideo 108 sólo quedan anaqueles vacíos. María De Giorgio, la dueña de la librería, hace un alto en la faena de limpieza y confiesa: "En el contexto de crisis y recesión, decidimos cerrar y vender sólo por Internet. Siempre trabajamos con un perfil accesible y eso no podía seguir." Cuenta que arrancó en el ramo en los '90. Y dice que la regla de oro para todo buen profesional del libro es sencilla: hay que amar la literatura.
El cierre del local de Congreso es un botón de muestra del complejo momento que atraviesan los libreros argentinos, luego de un primer semestre tormentoso. María explica que la baja en las ventas, combinada con la suba en el alquiler y los servicios, armó un cóctel explosivo que, en su caso, estalló pocas semanas atrás. Entonces decidió liquidar el stock. El lunes pasado, una marabunta de clientes terminó en pocas horas con los volúmenes que habitaban El Vitral.
Consultada sobre alguna obra para leer en estos días complicados para el mercado del libro, María recomienda enfocarse en historias que tengan una "visión más espiritual de la existencia". El cuento "Cerrado por melancolía", del escritor-librero Isidoro Blaisten, puede ser un buen comienzo. Antes de seguir con su labor, escoba en mano y el cansancio dibujado en el rostro, María aclara: "Por un lado, me pareció un final digno porque mucha gente pudo llevarse un libro a precio de regalo. Pero estoy muy apenada: se cierra una etapa a la que le dediqué muchos años de trabajo".
Crítica a la razón cínica
"No hay una buena manera de cerrar una librería. En realidad siempre es una mala noticia, sobre todo cuando se cierra por la situación económica", explica a Tiempo Ecequiel Leder Kremer, director ejecutivo de la Librería Hernández, uno de los centros neurálgicos de la cultura bibliófila porteña. Hernández es un emprendimiento familiar con más de 60 años de historia. Su local sobre la avenida Corrientes es un punto de encuentro que supo dar cobijo a escritores y pensadores nacionales de la talla de Raúl González Tuñón y Osvaldo Bayer.
"Nosotros, como actores de la industria cultural, queremos trabajar por la democratización en el acceso al conocimiento. Ahora, eso no pasa por liquidar tres libros a diez pesos. Es un tanto cínico lo que hicieron los medios al destacarlo de esa manera", reflexiona Leder Kremer. Para el curtido librero, el mercado editorial está atravesado por una doble crisis. La "cultural", que incluye el cambio de paradigma en el soporte y el consumo de contenidos. Y por otro lado, la que generan las políticas económicas impulsadas por el nuevo gobierno, un cross a la mandíbula del consumo interno. "En el caso de los libros, que no son una necesidad básica, pasan a ser un bien prescindible, no figuran en las jerarquías del consumo", analiza, y puntualiza que las ventas en unidades se han desplomado un 20% durante 2016.
Desde la Cámara Argentina del Libro (CAL) explicaron a Tiempo que todavía no hay datos precisos de estos primeros ocho meses. Sin embargo, se puede marcar que en el primer trimestre la importación de libros creció un 40%, en parte por la apertura impulsada por la gestión Cambiemos, y las exportaciones cayeron un 5 por ciento. En tanto, el número de ejemplares impresos no deja de bajar desde 2014, cuando se imprimieron 129 millones. El año 2015 cerró con 82,6 millones de impresiones y 28.966 nuevos títulos.
"Sabemos que hay librerías en todo el país que están cerrando o que están al borde. En general, las agonías de las librerías son largas. Muchas veces tienen capacidad de resistencia, y muchos libreros somos empecinados y seguimos contra viento y marea", arriesga Leder Kremer. En los últimos meses, cerraron sus puertas Prometeo de Palermo, la sucursal de Distal en Caballito y la céntrica Adán Buenosayres, que se encuentra en pleno proceso de constitución cooperativa.
Cambia, todo cambia
Poco tiempo antes de las elecciones, un grupo de editores y libreros anticipó en un documento que la devaluación y la apertura de importaciones iban a licuar las inversiones y las ganancias, además de ocasionar un parate en la cadena de pagos del sector. "A ocho meses de aquel documento, puedo confirmar que los vaticinios se impusieron con la contundencia de un mazazo", remata Miguel Villafañe, un tradicional librero del Bajo Flores que comanda el sello Santiago Arcos Editor. Describe un panorama desolador: "Caída estrepitosa de las ventas en el último trimestre, aumento de todos los costos –tenemos pendiente el pago de facturas de servicios por un 500% más de lo que pagábamos–, incluidos producción editorial, almacenaje y expedición". Villafañe estima que a este ritmo, "en tres meses, o bien dejaremos de poder publicar libros, o bien tendremos que ajustar en algún lado para sobrevivir".
Aquel documento premonitorio nació en la librería La Internacional Argentina, la sede de la editorial Mansalva, que pilotean Francisco Garamona y Nicolás Moguilevsky, en Villa Crespo. "Para nosotros la situación siempre es difícil. La librería tiene clientes fieles, al igual que la editorial, gente que, pase lo que pase, te va a seguir. Pero antes venían y compraban tres libros y ahora se llevan apenas uno. Se nota el cambio", explica Moguilevsky, un joven músico que dio sus primeros pasos como dealer literario en la secundaria. Cuenta que para engordar las ventas, realizan ferias, ofrecen descuentos y motivan a los lectores por las redes sociales. Para leer en estos días, recomienda Impresiones de África, de Raymond Roussel, "un libro de pura fantasía y evanescencia, donde uno puede encontrar soluciones a este presente".
El año del desierto
Para los libreros, Corrientes ya no es lo que era. A las siete de la tarde, sólo un puñado de clientes se deja tentar por las ofertas. Los carteles de las librerías, siempre hiperbólicos, prometen libros a 30 pesos, ofertas por doquier o simplemente la fatal "Liquidación total". "Faltan clientes, pero sobran las personas que se acercan a vender sus libros para hacerse de efectivo", confiesa Matías, el encargado de la librería Sudeste, a pasitos de Callao. "En estos últimos años –cuenta– veníamos creciendo, pero se frenó. Además, subieron mucho de precio los libros, sobre todo los nuevos. Nosotros nos manejamos más con usados, que gotean. Agosto fue el peor mes del año." Para capear la crisis, sugiere leer un clásico de Naomi Klein, La teoría del shock, porque "explica muy bien el roscazo que nos estamos comiendo".
A pocas cuadras, en el angosto salón de la librería Jekyll, Juan Manuel espera la llegada del cliente salvador. Cuenta que tener un local sobre Corrientes es como jugar en primera, sobre todo por los costos. Hoy, su librería luce desierta. ¿Lo que más se vende? "El saldo y los libros de diez pesos." Fiel lector de ciencia ficción, recomienda alguna obra de Issac Asimov para estos tiempos. Pero aclara, "quizá sería más recomendable un buen libro de autoayuda".
Una crónica en Tiempo Argentino, se lee por acá

jueves, 1 de septiembre de 2016

Sobre el libro de una diputada

"Recordemos que es muy agradable sentir olor a fresco y limpio de la persona que nos sirve el desayuno." La cita pertenece a Cómo conseguir una mucama… y no perderla en 7 días, el libro de Mercedes de las Casas, legisladora porteña del PRO. El volumen se vende como una guía "fresca", "práctica" y aún "amena" para lidiar con el personal doméstico. Quizá por eso en sus páginas se especula: "Recordemos que no siempre la mucama posee gran capacidad de recepción y memorización." Bajo un velo de supuesta complicidad entre empleadora y empleada, el escrito presenta dosis parejas de lo que la academia llamaría "racismo tecnocrático" y "darwinismo social".
"Son lecturas que se pueden hacer. Por ahí se puede decir: 'Esta es una gorila que hace un libro sobre mucamas.' Pero eso es sacarlo de contexto", dice a Tiempo la diputada en su radiante despacho. "En realidad, el libro lo escribió mi madre –aclara–. Y eso fue ya hace mucho tiempo." La portada, sin embargo, destaca que la obra fue redactada a cuatro manos entre Mercedes y su madre, la especialista en management empresarial Gloria de las Casas. La obra publicada por Planeta llegó a las librerías en 2007, el mismo año en que la joven ingresó a la función pública.

Desde enero pasado, ocupa una banca en la Legislatura, donde integra la Comisión de Antidiscriminación. Milita en el PRO desde 2003, pero su vínculo con la política viene de antes: "Siempre tuve una tendencia a ayudar." Trabajó en el Ministerio de Ambiente y Espacio Público, bajo el ala del actual vicejefe de Gobierno Diego Santili; luego migró para asesorar a Cristian Ritondo, y finalmente tomó vuelo propio como directora general de Patrimonio. "Me aboqué mucho al trabajo con niños –puntualiza–, me interesa la solidaridad", y confiesa que la inquieta la higiene de la urbe y el trabajo de los recicladores: "Me he subido al camión con ellos y pasé horas acompañándolos. Defiendo la mano de obra." Entre los proyectos que ha elevado, se destacan diversas declaraciones: desde adherir al último Acuerdo de Cambio Climático de París hasta nombrar huéspedes de honor a la cantante melódica italiana Laura Pausini y a su colega estadounidense Mariah Carey. Otra de sus iniciativas –por la cual le llovieron críticas– fue impulsar como personalidad destacada a Adriana Szusterman, la maestra jardinera que triunfó en la canción infantil interpretando el tema del Sapo Pepe. Según De las Casas, con sus declaraciones busca reconocer a personalidades solidarias que "hagan algo positivo. Los egos personales no me gustan."

Sobra la génesis del libro, explica que hace diez años comandaba Mastermaid, un centro de capacitación para personal doméstico. "Era un momento difícil, veníamos de la crisis de 2001. Crecí con la empresa, di 1100 puestos de trabajo por la capacitación. Garantizábamos que la persona tenía que quedar en blanco. Como me enseñó Perón, creo que hay que dignificar los oficios", subraya. De las Casas confiesa que escribió un capítulo del libro, pero no recuerda cuál. "Me enfoqué en temas del uniforme, darles pautas a ellas para que valoren el trabajo que están haciendo." El libro explica que "las profesiones más dignas llevan su uniforme con orgullo: azafatas, enfermeras, policías". Mercedes cita como ejemplo a la empleada que se encarga del cuidado de sus cuatro hijos: "Lina, que es la persona más importante de la casa, sola se pone el uniforme porque se tira a jugar con los chicos al piso. Ella es mi compañera."
–¿Hace mucho que Lina trabaja para su familia?
–Desde siempre. La realidad es que ella es la persona que hace que nosotros podamos funcionar en sociedad. Es parte de la familia. Su hijo me preocupa tanto como los míos. El libro pretendía que ellas supieran el valor que tienen como profesionales.
Consultada sobre la ley que reglamentó el trabajo para el personal doméstico, sancionada en 2013, cree que ha mejorado la situación del sector. "Ni Perón sacó una ley para ellas. Me parece que hemos evolucionado. Ya no hay cuartos de servicio, que eran vergonzosos. Si Lina se tiene que quedar a dormir, tiene el mejor cuarto. Que duerma en mi cama, no me importa. Cuida a mis hijos, que son lo más importante", cierra la diputada antes de posar para la foto, custodiada por un óleo de Ítalo de Luca titulado simplemente "Amigas".
Publicado en Tiempo Argentino, se lee por acá