martes, 5 de abril de 2022

El día que Pantera me rompió la jeta

Quién duda a esta altura del partido de que hay experiencias sonoras que pueden cambiarnos la vida. Para algunos será escuchar los latidos del corazón de un hijo en el vientre materno. Para otros un discurso de Trotsky. Quizás un podcast sobre tarot terapéutico. O el bel canto de un jilguero preso en una jaula. En mi caso, quiero hablarles de un disco que este 25 de febrero cumple ¡30 años! Se llama Vulgar Display of Power. Fue parido bien lejos, en Gringolandia, a principios de los años noventa, durante el reinado de Bush padre allá y nuestro nefasto menemato más acá, por una banda de origen texana llamada Pantera. Seguro la conocen. Para los distraídos en cuestiones de heavy metal, un par de párrafos más abajo daré detalles sobre la historia de los cuatro forajidos que engordaban esta barra brava del groove metal-hardcore-thrash y otros géneros dignos de banda de sonido para algún infierno del Dante. 

En el invierno del ’92 mi vieja no tuvo mejor idea que llevarme a Mar del Plata para disfrutar una soporífera semana de vacaciones. Frío de cagarse, playas desiertas, el mar enojado que escupía su furia en la Bristol. Un combo ideal para Palo Pandolfo, pero insufrible para un pendejo de 13 años. ¿Mi refugio? Los discos que gastaba en un discman alimentado por cuatro pilas impagables. El menú incluía Cannibal Corpse, Suicidal Tendencies, Sepultura. Un canto a la vida. Los mareaba de tantas vueltas. Una tarde de esas en que no había nada que hacer –¿hay tardes en que hay algo que hacer cuando uno es adolescente?-, yo andaba fumando un pucho a la deriva por la calle Santa Fe y me mandé a una galería muy chiquita. De un local me llamó la atención el nombre: Mr. Bungle, como la banda de Mike Patton, el cantante demente de Faith No More. Me arrimé y descubrí que era una desolada disquería. Entré sin golpear. ¿Qué iba a perder?

El vendedor me dio las buenas tardes desde el mostrador. Se notaba que andaba medio muerto de hambre. ¿Quién no andaba muerto de hambre en Mar del Plata durante los ’90? Mientras yo chusmeaba al tuntún unos estantes repletos de mercadería, el muchacho seguro vio en mí a una presa fácil, tiernita, y se preparó para dar el zarpazo. Me dijo que me arrimara. Como buen dealer, usó la táctica de las “novedades”. Los discos importados recién salidos del horno que llegaban como pan caliente a nuestras pampas gracias al desindustrializador 1 a 1. Con un movimiento digno de René Lavand, el ilusionista-comerciante de sinfonías de la destrucción hizo aparecer ante mis ojos Vulgar Display of Power. Ahí empezó el combate.

El primer golpe que me surtió el disco no fue en los oídos. Me lo dio recto entre los ojos. La tapa era digna de un aguafuerte de Roberto Arlt. Cross a la mandíbula. La foto de portada captura el instante preciso en que un melenudo se come una terrible trompada en la jeta. Es una obra del fotógrafo Brad Guice, autor también de la portada de Cowboys from Hell (1990), el disco anterior de Pantera. Vinnie Paul, el baterista de la banda, alguna vez contó que al chico de la tapa le habían pagado 10 dólares por cada golpe que recibió estoico. Dicen que le dieron 31 roscazos hasta llegar a la imagen perfecta. Verde que te quiero verde.

“Vulgar demostración de poder”, traduje en mi cabeza el título que estaba tatuado en la tapa. Años después me enteré que la frase fue sacada del film El exorcista. El censor cartelito de “Parental Advisory. Explicit Lyrics” me terminó de definir. Lo miré al vendedor y le di la orden de que me inyectara por los auriculares.

Con “Mouth for War” (Boca para la guerra), la primera pieza del álbum, sentí la explosión de una bomba atómica en mis tímpanos. La viola filosa de Diamebag Darrel, la pared de concreto que construyen su hermano Vinnie Paul y el bajista Rex Brown hasta el rugido primal del rapado Phil Anselmo declaraban el final del armisticio -¿les suena actual por lo de Ucrania?-. De repente sentí cómo perdía el control de mi cuerpo. Me dieron ganas de sacudirme como los muchachos trastornados del video de “Ya Mama” de Fatboy Slim. Preferí mantener la compostura. Lo miré fijo al vendedor y le dije “dame más”. Siguieron “New Level”, “Walk” y esa llamarada de napalm que es “Fucking Hostile”. Quedé prendido fuego antes de llegar al quinto tema, que daba cierto respiro, y se titula “This Love”. Nocaut justo cuando el vendedor apretó el botón de “Stop”.

Vulgar Display of Power es la obra maestra de Pantera. Su perla negra de 11 clásicos inoxidables. Después de cuatro olvidables discos glamoroso de los años ochenta -conchabo de Anselmo mediante-, con Cowboys from Hell habían sacado pecho. Entonces Vulgar… sella su sonido, también su destino masivo, y los catapulta a las grandes ligas del metal. Una pizca de heavy clásico, mucho de espíritu callejero del hardcore estadounidense y la salvaje distorsión como una opción potable al thrash, que salía de su gloria con el “disco negro” de Metallica, y al grunge, que ladraba poco y lloraba mucho.

Después vinieron discos más pesados y oscuros, peleas aun más pesadas y oscuras, adicciones todavía más pesadas y muy oscuras, hasta que los Pantera dijeron basta en 2003. Nunca volvieron a tocar juntos. El 8 de diciembre de 2004, durante un concierto en Ohio, Dimebag Darrel fue asesinado a quemarropa por un desquiciado “fan”, cuando tocaba con su nuevo grupo Damageplan. Otro vaquero tejano que murió con las botas –All Stars- puestas. Su hermano Vinnie falleció por una falla en el corazón en 2018, mientras dormía en su casa de Las Vegas. Vulgares demostraciones del poder de la muerte.

Pude verlos en físico durante aquellas tórridas noches de diciembre de 1993 en Obras, cuando llegaron a la Argentina para presentar el disco. Los racimos de pibes tirándonos de la popular al campo, el pogo demencial esquivando mastodontes con remeras de Slayer, un cover de Kiss que hizo detonar el estadio. Infierno encantador.

Aquella tarde marplatense dejé la disquería con las manos vacías. No tenía los 20 pesos-dólar que costaba el disco. Un par de días después aparecí de nuevo por Mr. Bungle. Ahora sí, empoderado, para llevarme mi botín. ¿Cómo conseguí los morlacos? Esa es otra historia. No way, punk.

Crónica publicada en Tiempo Argentino por acá

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