Pocas banderitas y globos. Es lo primero que se nota en la tarde del jueves frente al Congreso Nacional. La convocatoria contra la reforma judicial –que se debate en la Cámara de Senadores- no es masiva. Mucho menos multitudinaria. Marchita la marcha. Es más bien flaca. La engordan a duras penas manifestantes solitarios y grupitos reducidos que, resaltan, llegaron por “motu proprio”. Un tapiz variopinto, zurcido por la ideología de derechas.
Caminando por la cortada avenida se puede apreciar la
postal de las últimas misas opositoras: las señoras pitucas, los jóvenes
libertarios, el motoquero “nazionalista”, el anticuarentena furioso, el varoncito
ultracatólico de pañuelo celeste atado a la muñeca y otros miembros destacados de
la familia antiK. Con distancia social obligada por la peste -que no siempre se
cumple-, apenas si cubren 50 de los 100 metros que tiene Entre Ríos frente al
Parlamento.
“Ya van a llegar más personas, este es horario de
trabajo. Yo tengo fe”, dice Carmen, una jubilada muy creyente venida desde la
vecina Balvanera. Con nostalgia de la Argentina decimonónica, la señora dispara
desde atrás del barbijo casero y la máscara plástica: “Este era un país
europeo, hasta que llegaron ellos, los peronistas, y cambiaron la historia. Por
eso también vengo a manifestarme.”
Se canta el himno patrio y se repite con tono milico-campero
el “¡Viva la patria, viva la patria!”. Las cartulinas escritas a mano y las
banderas que cuelgan de las rejas del Congreso patalean contra la reforma,
refritan el “que se vayan todos” y piden al mediático liberal –no confundir con
libertino- Milei para la presidencia.
En las huestes “libertarias” se destaca una patrulla
perdida que luce tapabocas y remeras amarillas con la consigna “Dont (sic)
tread on me” (no pases sobre mí) y una brava serpiente cascabel. “Soy
libertario. Vine con gente que conocí en las redes”, confiesa Pablo, un
kiosquero de 26 años oriundo de Flores. Cuando habla parece “el contra”:
“Estamos contra la reforma, contra la cuarentena, contra el avance sobre
nuestras libertades individuales, contra este Estado socialista, contra la
alianza internacional con China, Venezuela y Cuba”. Luce un gorrito con un
slogan trumpista, pero adaptado a estas pampas: Make Argentina Great Again. “Lo
uso para provocar a los de izquierda”, se despide.
Hugo es lanusense. Se nota que es instructor de golf.
Está canchero con el palo a la hora de darle a la cacerola. Dice que está harto
de la monarquía K, del clientelismo matancero y sobre todo de la cuarentena.
“Una mentira total lo del virus, yo sé muy bien que no es letal. Es un invento
para hacer negocio con la vacuna que tiene litio, aluminio y nos van a controlar
con las antenas 5G”, dice el hombre, justo cuando una ambulancia hace sonar las
sirenas pidiendo paso a los manifestantes.
“Gobierno de mierda”. Como una declaración de principios,
la señora lleva la frase tatuada en el tapabocas que la protege de la Covid.
Agita la celeste y blanca y saluda con la derecha a los pocos autos que hacen
sonar sus bocinas sobre Rivadavia: “Con la prensa no hablo, después dicen
cualquier cosa. Si tenés que escribir algo, poné esto”. La dama señala con su
índice la palabra “mierda”.
Publicado en Tiempo Argentino, por acá.
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