domingo, 15 de diciembre de 2013

Lonesome Traveler

En crónicas como "Los muelles de la noche desamparada", "Escenas de Nueva York" y "Pinches de la cocina de mar", Kerouac describe (con la intensidad de un cross a la mandíbula, y con un tempo preciso) la experiencia de estar perdido en la decadencia del imperio norteamericano: "Ah, América, tan colosal, tan triste, tan oscura, eres como las hojas de un verano seco que crujen antes de que termine agosto, estás desahuciada, cualquiera que te mira sabe que no te queda más que esa desesperación mustia, lóbrega, la certidumbre de la muerte eminente, los sufrimientos de esta vida, las luces de Navidad no van a salvarte ni salvarán a nadie.” Semblanzas frenéticas de la agitada vida cultural de los beatniks en las dos costas del país: los boliches de Greenwich Village, el Half Note, el Village Vanguard ("donde la atmósfera comercial está matando al jazz"); borracheras eternas, juckeboxes pintados con mujeres hawaianas, jam sessions y comilonas plagadas de hot dogs que cuestan centavos (la mayoría de los beatniks andan sin un cobre) mientras miran en la televisión del bar algún programa especial sobre Doris Day y sus vacaciones en el Caribe. También durante sus derivas urbanas, el cronista Kerouac esboza estrategias de fuga para evitar transar con la cultura oficial: "No nos hace falta andar dando la mano como diplomáticos, no necesitamos citas de ningún tipo y nos sentimos muy bien. Damos vueltas por las calles como chicos. Vamos a las fiestas, contamos lo que hicimos y la gente cree que es pura jactancia. Dicen: “¡Los beatniks, los beatniks...!" 
Un artículo sobre Viajero solitario, en el suplemento Cultura de Tiempo Argentino, se lee por acá

lunes, 9 de diciembre de 2013

Un mast'aku por el Indoamericano

“Cargada como un ekeko, Eli caminaba con paso sereno por las calles del cementerio de Flores, llevando un ramo de rosas rojas y arrastrando en un changuito dos cajas repletas de panes, cervezas y una foto de su marido. Según la tradición andina, las ajayus –las almas de los difuntos– vuelven cada 1 de noviembre, el Día de Todos los Santos, en forma de tantawawas, “niños de pan” en aymara, y en la construcción de mesas comunitarias con los alimentos que les preparan los vivos, el mast’aku. Cuando llegó a la cruz de madera curtida que tenía tatuado con un liquid paper fantasmal el nombre Juan Castañeta Quispe, se detuvo. Luego limpió parsimoniosamente la tumba: sacó algunas flores secas que dormían sobre la tierra, extendió un aguayo multicolor sobre la sepultura y, con un alambre, ató a la cruz la foto pegada sobre un papel, que tenía grabado a modo de epígrafe: ‘¡Justicia por Emilio Canaviri Álvarez! Asesinado en el Parque Indoamericano’. Se lee completa la crónica en Tiempo Argentino por acá.