Al atardecer, el encuentro de las calles Coronel Salvadores y Hernandarias debe ser uno de los paisajes plebeyos más bellos de la Ciudad de Buenos Aires. También una de sus esquinas más combativas. En el arrabal de La Boca, punto cardinal del anarquismo en estas pampas, el local de la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) ha resistido estoico el paso de los años, las batidas policiales, los explotadores. Igual que Jorge “Cacho” Smokvina, miembro activo de la comisión de jubilados de la federación. “Acá me ve, en la lucha histórica, que en realidad es la pelea cotidiana, para barrer al capital”, bromea el hombre de boina. Escoba y palita en mano, con esmero junta las rebeldes hojas secas que duermen en la vereda. Desde hace algunos meses es el casero del local. La FORA es su casa. Y el techo que cobija a muchos ácratas del presente.
Anarquistas, “la palabra –escribe el ensayista Christian Ferrer en su brillante libro Cabezas de tormenta– suena hoy menos tremebunda que extraña, como si se mencionara un animal extinto. Un ave pesada que nunca pudo volar o un mamífero cuyo último ejemplar fue avistado décadas atrás”. Tantas veces los mataron, tantas veces los persiguieron, tantas los borraron de la historia. Sin embargo siguen ahí, dando pelea por un mundo de iguales.
La puerta, altísima, muestra dos manos fraternas que se estrechan solidarias, sobre un fondo negro y rojo. Lleva tatuada la inscripción “FORA. Fundada en 1901”. En mayo pasado la federación cumplió 120 años de historia sindical. Fue la primera organización gremial del país y a comienzos del siglo XX llegó a nuclear a miles de laburantes.
Como buen refugio libertario, que obviamente no recibe aportes estatales y se banca con el bolsillo de los laburantes, la FORA atesora una generosa biblioteca, documentación orgánica original de mil y un gremios –calzado, choferes, portuarios–, balances, cartas y publicaciones ácratas de todo el planeta. Un auténtico festín desnudo para historiadores y cientistas sociales. También hay diarios, boletines, folletos, panfletos: desde el decano Organización Obrera hasta el más juvenil Revuelta de clases.
“Muchos llegamos a la FORA por los textos clásicos anarquistas, que siempre pasaron de mano en mano. Sin embargo, la propaganda no se queda en el pasado. Mantenemos el legado de convocar a los trabajadores para construir la emancipación. La acción es sobre el presente. Que los laburantes podamos desarrollar una experiencia sindical diferente a las de las estructuras burocráticas. El corazón de la FORA fue, es y seguirá siendo la actividad sindical”, deja claro Jacinto, y se suma a la ronda de compañeros que pueblan el salón principal del local, justo cuando el telón de la noche primaveral cae suave sobre La Boca.
Desde las paredes los custodian curtidos retratos en sepia de Bakunin, Malatesta, el pedagogo Ferrer, el príncipe Kropotkin y militantes foristas como el panadero español Emilio López Arango. También hay una foto de Flora Albornoz, combativa trabajadora textil y extesorera de la federación.
María Sol Agüero es docente y delegada. Nacida y criada en Mendoza, se sumó a la FORA cuando migró a Buenos Aires, hace cuatro años: “No vengo por la pata histórica, yo antes activaba en mi provincia, en temas anti-represivos. Me atrapó la afinidad con los compas y sobre todo que fuera una organización obrera distinta. Era una vuelta de rosca que no conocía”.
La organización de la FORA está basada en los principios anarquistas de la 1a Internacional Obrera: un sistema federalista y horizontal sin cúpulas dirigenciales ni profesionales del sindicalismo. “Sociedades de resistencia, que es la unidad más clásica de los obreros de la tradición española. Se adhieren y se forman federaciones sin una conducción central”, explica Hernán Mancuso, trabajador informático y del palo audiovisual. Detalla que se arrimó después del crac neoliberal de 2001: “Muchos todavía se preguntan si sigue habiendo anarquistas. Sí, nos nucleamos, nunca dejó de pasar. Es muy amplio lo que se puede entender por anarquismo. Hay un legado en lo gremial, en lo social, lo cultural. Pero somos una organización obrera, y llevamos esa antorcha encendida en el presente.”
Los lazos, la afinidad, la solidaridad. Las tres palabras salen de la boca de Belén Mangieri. Viene de varios desencantos con la militancia. Cuenta que activa en un comedor-biblioteca de Garín, y asegura: “Somos una organización muy viva, no es solo la historia. Se construyen lazos fuertes con los compañeros, no hay alguien que manda. Acá la que manda es la asamblea. Por eso se arriman muchos trabajadores, porque en la mayoría de los espacios no se puede asomar la cabeza y las condiciones de laburo del presente son nefastas”.
En los últimos meses, la FORA tuvo participación activa en los conflictos gremiales de los trabajadores del call center de Aerolíneas, de los docentes porteños, de los médicos precarizados en pandemia y decenas de luchas más. La lucha, agrega Mancuso, no es para zafar las papas: “Compartimos circunstancias existenciales, y luchamos para cambiarlas. No somos la burocracia. Somos compañeros porque somos trabajadores, y somos internacionalistas. No nos une el anarquismo, sino la lucha de clases”.
Cacho, con 68 pirulos sobre el lomo, dice que se cansó hace años de la casta sindical, “porque están al servicio de los patrones y de los gobiernos de turno”, y prefiere dar una mano a sus compañeros en los geriátricos y en la salita de atención médica primaria que funciona en La Boca todos los segundos sábados del mes: “Construir en la realidad, en el presente, en el día a día. ¿Sabés cuál es mi regla? Que en serio todos tengamos una mejor vida. Esa es la anarquía”.
Sobre la libertad
Desde hace algunos años, el término “libertario”, históricamente asociado a las ideas anarquistas, fue apropiado y resignificado por sectores abiertamente reaccionarios de derecha que postulan la muerte del Estado y la construcción de una nueva tierra prometida regida por el capitalismo salvaje. El verborrágico economista y aspirante a diputado Javier Milei es la punta de lanza de este movimiento, el huevo de la serpiente liberal. “Son etiquetas que utilizan para no decir que son neoliberales. No se van a hacer cargo del desastre que hicieron en América Latina en las últimas décadas. Se llenan la boca hablando de libertad. ¿Y adónde está su libertad? Libertad de mercado”, reflexiona Jacinto.
Belén respira hondo y profundiza las ideas de su compañero: “La libertad de Milei es que nos exploten cada vez más. Contratos basura, monotributo, aplicaciones a destajo. Es la libertad del látigo. Los libertarios creemos en otra libertad, la humana en su máxima expresión.”
El sabio Cacho se agarra la cabeza y confiesa que hace algunas semanas caminaba por el Parque Lezama y vio en vivo y en directo una marchita de las huestes de Milei. “Es un agente de los poderes opresivos. Gritaba contra el Che, contra el comunismo, contra los progresistas… Si dice en verdad lo que haría, no lo vota ni la madre. Va contra los trabajadores y los sectores organizados. Puro ajuste y al que no le gusta, ‘leña’”.
Para cerrar la ronda, la docente Sol arriesga: “Ellos quieren ser patrones y que nos autoexplotemos, algo muy usual en el discurso del emprendedor tan en boga. La falsa autogestión, el ‘me salvo solo’, ‘sé tu propio jefe’. Tu jefe es el capitalismo. Para esta gente, la libertad es hacer lo que se les canta. Pero para nosotros es otra cosa. Un diálogo constante y complejo, una construcción colectiva”.
Crónica publicada en Tiempo Argentino, por acá.
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