“El que sea valiente que siga a Nicanor Parra. Sólo los jóvenes son valientes, sólo los jóvenes tienen el espíritu puro entre los puros. Pero Parra no escribe una poesía juvenil. Parra no escribe sobre la pureza. Sobre el dolor y la soledad sí que escribe; sobre los desafíos inútiles y necesarios; sobre las palabras condenadas a disgregarse así como también la tribu está condenada a disgregarse”. Es palabra de Roberto Bolaño, fiel seguidor de su colega y paisano. Según el autor de Los detectives salvajes, Don Nica era el único (anti)poeta que valía la pena leer de ese país de los poetas llamado Chile.
El escritor y periodista Rafael Gumucio fue uno de los tantos pibes que siguieron la estela de Parra. Una tribu literaria que peregrinaban hasta su casa en Las Cruces (o mejor Las +++, como la bautizó el antipoeta) para, a veces, conversar un rato; siempre, para escucharlo como quien acude a un oráculo.
Gumucio tenía 32 pirulos cuando lo visitó por vez primera. Parra ya andaba por sus jóvenes 87. Corría el 2002 y el aspirante narrador acudió con algo de ilusión y bastante inmodestia. Creía que el antipoeta se había interesado en sus libros. En realidad Parra solo quería hablar de las brevísimas columnas que el autor de Memorias prematuras y Comedia nupcial publicaba en los diarios trasandinos: “Le gustaba una columna de entre las miles que había escrito, y era esa y nada más. Con eso basta y sobra”.
Fue la génesis de una amistad. También de Nicanor Parra, rey y mendigo, un grueso volumen de más de 500 páginas sobre la vida y obra del poeta centenario que dejó este mundo en 2018. Transbiografía, post-novela, ensayo crítico, memoria familiar. Advierte Gumucio: “Esta no es una biografía de Parra. Esta es una biografía con Parra. Es una biografía contra Parra. Parra es en este libro apenas un abrigo, una máscara más”.
La antibiografía de Gumucio dialoga con Sobre Sánchez de Osvaldo Baigorria, con Lamborghini: una biografía de Ricardo Strafacce y aún con Limónov de Emmanuel Carrère. Escrito en primera persona por el observador (que confiesa sus desconciertos, limitaciones, pasiones). Con aportes de las voces de familiares, amigos, enemigos, novias y por supuesto otros poetas. No hay que dejar pasar la cuidada mano invisible de Leila Guerriero en la edición. Capítulos cortos y tórridos como algún verso del antipoeta. Por último, no menos importante, y fascinante, la tarea fina del biógrafo que permite volver a “escuchar” la voz, los tonos, los chistes, las muletillas de Don Nica.
Escenas de una vida que dura 103 años: Parra y su dura infancia en el sur del país. Parra y sus ocho hermanos menores (la historia del clan familiar, la historia de todo Chile). Parra y su educación sentimental e intelectual en un internado de Santiago. Parra y su decisión de estudiar Matemática y Física. Parra y Violeta (¿Hay Violeta sin Nicanor? ¿Hay Nicanor sin Violeta?). Parra en Inglaterra, Rusia, Estados Unidos y más allá. Parra y sus mujeres, sus hijos, sus nietos. Parra y la izquierda, el hipismo y la ecología. Parra y Ginsberg, Rojas, Lihn, Zurita, Zambra, Huidobro y Neruda (“Pablito”, para Parra). Parra, la Unidad Popular y la dictadura de Pinochet. Parra y el humor, el dinero, la comida, los premios y la sordera. Parra y toda su obra: desde su primer relato “Gato en el camino” hasta Antiprosa, el clásico Poemas y antipoemas, Sermones y prédicas del Cristo de Elqui, Chistes para desorientar a la policía, la traducción de Rey Lear y sigue la lista. Parra, la vida y la muerte. Hojas de Parra.
Quien se anime, no lo dude, lea la obra de Gumucio. Y sean valientes. Sigan a Nicanor Parra.
Publicada en Tiempo Argentino, por acá.
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