viernes, 30 de mayo de 2014

La historia del "Q'iwa" Gerardo




"'Nunca desde que he nacido / he conocido la dicha / porque siempre la desdicha / andará delante de mí. / Dicha que hoy poco duró / desdicha la llamo yo / desdichado el dichoso / que de aquella dicha gozó'. Las penas del bailecito se hacían carne en la voz de Gerardo Rosas y dejaban mudas a las siempre alborotadas audiencias de las chicherías de la ciudad de Sucre. Es que Gerardo, el “Q’iwa”, sabía como pocos de desdichas y rechazos por la elección de su identidad sexual en la ultraconservadora sociedad chuquisaqueña de los años cincuenta." Así debería comenzar la nota publicada hoy en el suplemento Soy de Página 12, que con alguna errata involuntaria (seguramente por el apura en la edición final) se lee completa por acá

La nota se complementa con este recuadro (que tampoco vio la luz): 

LAMENTO BOLIVIANO. Otra de las tantas historias de vida del movimiento TLGB boliviano que rescata el libro de Aruquipa, Estenssoro y Vargas, es la del afamado compositor cochabambino Jaime del Río. El autor del emblemático taquirari “Oh Cochabamba querida”, que sufrió en carne propia el rechazo de su familia por su identidad sexual, y desde muy joven vivió un exilio forzado en la ciudad de La Paz.
“Una pena tengo yo / que a nadie le importa / qué me importa de nadie / si a nadie le importo yo. No quiero humillaciones / no quiero compasión”, confiesa Del Dío en su cueca “Una pena tengo yo”, popularmente conocida como la “cortavenas”, y que fue versionada por grandes grupos andinos como Wara, Los Ch’ascas y el Grupo Bolivia. Para Aruquipa, esta cueca es un fresco en el cual Del Río describe “el dolor de haber sido abandonado, el sentirse recogido por otra familia y su homosexualidad en una época conservadora, en la que debió lidiar, seguramente, con la discriminación y la soledad. Y llegó a ser un himno de muchos homosexuales en los años sesenta.” El final de la breve vida de Jaime del Río, en soledad y olvidado hasta por sus amigos, parece sacado de alguna de sus eternas canciones. 

lunes, 12 de mayo de 2014

No seas flojo


"Desde el escenario principal, el presidente Evo Morales, sus ministros y algunos diplomáticos disfrutan del aletargado show folklórico. Sobre una pequeña tarima, siete u ocho pibes enfundados en sus ponchos marrones y con los chulos multicolores en la cabeza, hacen sonar una melodía dulce con sus zampoñas. Hasta que de golpe, la explosión de guitarras, sintetizadores y batería dan la señal precisa para el frenético ingreso a escena de unos treinta bailarines que se sacuden en un pogo milenario, al ritmo de una versión metalera del tradicional tinku. Esto sucedió a principios de diciembre del año pasado, durante la ceremonia de promoción del Rally Dakar, que por primera vez pasó por el país andino: el evento llegó a su fin con la agitada actuación de la banda Alcoholika La Christo. En diálogo con Radar, el frontman Viko Paredes recuerda que la idea de mezclar metal y ritmos andinos le surgió durante la década del ’90, en una estadía en Washington. Paredes dice que en los Estados Unidos frecuentaba un restaurante que ofrecía los clásicos manjares de la comida boliviana –con música andina de fondo–, y el local estaba pegado a una discoteca en la que se pasaba tecno. El músico tuvo una suerte de iluminación cuando un día, desde la calle, escuchó la mezcla de los dos ritmos."

Nota en Radar de Página 12 sobre heavy metal boliviano. Se lee completo por acá

domingo, 11 de mayo de 2014

Pintalo de Negro

"¿Quién mató a la novela policial latinoamericana? No se alarme, lector, la pregunta es simplemente retórica, y también bastante engañosa, como una pista mal plantada en la escena de un crimen. Es más, lejos del estado de agonía, y también cierta marginalidad, el género policial tiene por estos días una vitalidad indudable a nivel global, y Latinoamérica y, especialmente, la Argentina, con sus dificultades a cuestas, no han quedado al margen de esta gran ola.  Mucha agua ha pasado bajo el puente desde la publicación en 1942 del clásico Seis problemas para don Isidro Parodi, de Borges y Bioy Casares, considerado un clásico de los cuentos policiales en castellano, con "¡un héroe argentino, en escenarios netamente argentinos!", como reza el dúo dinámico en el prólogo original del volumen firmado por Honorio Bustos Domecq. La historia siguió con el auge de las editoriales de la década del '40, la multiplicación de las revistas (versión criolla de las pulp magazine estadounidenses) que demandaban cuentos policiales, la primera antología local del género craneada por Rodolfo Walsh en 1952 y el cimbronazo que provocó pocos años después la publicación de Operación Masacre (1957), la clásica colección Serie Negra creada por Ricardo Piglia a finales de los años sesenta, y la posterior irrupción de nuevas voces: Osvaldo Soriano, José Pablo Feinmann, Guillermo Saccomano (por sólo nombrar un tridente potentísimo). Una historia por demás fértil y generosa que, más allá de cierta marginalidad que tuvo el género en décadas pasadas, actualmente intentan recobrar experiencias como la nueva colección Código Negro, dirigida por los escritores Rolo Diez y Roberto Bardini." Nota hoy en el suplemento Cultura de Tiempo Argentino. Se lee completa por acá