"¿Quién mató a la novela policial latinoamericana? No se alarme, lector, la pregunta es simplemente retórica, y también bastante engañosa, como una pista mal plantada en la escena de un crimen. Es más, lejos del estado de agonía, y también cierta marginalidad, el género policial tiene por estos días una vitalidad indudable a nivel global, y Latinoamérica y, especialmente, la Argentina, con sus dificultades a cuestas, no han quedado al margen de esta gran ola. Mucha agua ha pasado bajo el puente desde la publicación en 1942 del clásico Seis problemas para don Isidro Parodi, de Borges y Bioy Casares, considerado un clásico de los cuentos policiales en castellano, con "¡un héroe argentino, en escenarios netamente argentinos!", como reza el dúo dinámico en el prólogo original del volumen firmado por Honorio Bustos Domecq. La historia siguió con el auge de las editoriales de la década del '40, la multiplicación de las revistas (versión criolla de las pulp magazine estadounidenses) que demandaban cuentos policiales, la primera antología local del género craneada por Rodolfo Walsh en 1952 y el cimbronazo que provocó pocos años después la publicación de Operación Masacre (1957), la clásica colección Serie Negra creada por Ricardo Piglia a finales de los años sesenta, y la posterior irrupción de nuevas voces: Osvaldo Soriano, José Pablo Feinmann, Guillermo Saccomano (por sólo nombrar un tridente potentísimo). Una historia por demás fértil y generosa que, más allá de cierta marginalidad que tuvo el género en décadas pasadas, actualmente intentan recobrar experiencias como la nueva colección Código Negro, dirigida por los escritores Rolo Diez y Roberto Bardini." Nota hoy en el suplemento Cultura de Tiempo Argentino. Se lee completa por acá.
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