En crónicas como "Los muelles de la noche desamparada", "Escenas de Nueva York" y "Pinches de la cocina de mar", Kerouac describe (con la intensidad de un cross a la mandíbula, y con un tempo preciso) la experiencia de estar perdido en la decadencia del imperio norteamericano: "Ah, América, tan colosal, tan triste, tan oscura, eres como las hojas de un verano seco que crujen antes de que termine agosto, estás desahuciada, cualquiera que te mira sabe que no te queda más que esa desesperación mustia, lóbrega, la certidumbre de la muerte eminente, los sufrimientos de esta vida, las luces de Navidad no van a salvarte ni salvarán a nadie.” Semblanzas frenéticas de la agitada vida cultural de los beatniks en las dos costas del país: los boliches de Greenwich Village, el Half Note, el Village Vanguard ("donde la atmósfera comercial está matando al jazz"); borracheras eternas, juckeboxes pintados con mujeres hawaianas, jam sessions y comilonas plagadas de hot dogs que cuestan centavos (la mayoría de los beatniks andan sin un cobre) mientras miran en la televisión del bar algún programa especial sobre Doris Day y sus vacaciones en el Caribe. También durante sus derivas urbanas, el cronista Kerouac esboza estrategias de fuga para evitar transar con la cultura oficial: "No nos hace falta andar dando la mano como diplomáticos, no necesitamos citas de ningún tipo y nos sentimos muy bien. Damos vueltas por las calles como chicos. Vamos a las fiestas, contamos lo que hicimos y la gente cree que es pura jactancia. Dicen: “¡Los beatniks, los beatniks...!"
Un artículo sobre Viajero solitario, en el suplemento Cultura de Tiempo Argentino, se lee por acá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario