lunes, 23 de enero de 2023

En busca del Rimbaud negro

 “Y un día la Obra muere, como mueren todas las cosas, como se extinguirá el Sol y la Tierra, el Sistema Solar y la Galaxia y la más recóndita memoria de los hombres”. El epígrafe de Bolaño es una advertencia, un recordatorio para el distraído lector. Pero también es un altarcito pagano al que nos encomendamos antes de soltar amarras y empezar a navegar por las andanzas y desandanzas narradas en el nuevo libro del escritor senegalés Mohamed Mbougar Sarr. Más allá de la cita en el epígrafe y el guiño en el título, La más recóndita memoria de los hombres es una novela luminosa en clave bolañesca, prima hermana de Los detectives salvajes, esa aventura desenfrenada de la pandilla real visceralista tras los pasos de la poeta Cesárea Tinajera. Dos libros, una idea que los atraviesa: el viaje ida y vuelta entre el mundo y la literatura.

Una novela perdida –El laberinto de lo inhumano– que vio la luz en 1938, un escritor maldito acusado de plagio, un viaje iniciático para encontrarlo, un misterio que sigue las huellas de T. C. Elimane, el “Rimbaud negro”. El muchacho que impulsa la pesquisa se llama Diégane Faye, un escritor senegalés medio pelo becado en Francia. Paisano alter ego de Sarr (Dakar, 1990), que con esta novela obtuvo, a sus jóvenes 31 años, el prestigioso Premio Goncourt, ese que entrega modestos 10 euros y generosa fama para el ganador.

Diarios, crónicas, ensayo, tratado sobre la literatura, bitácora de viaje… “Novela total” dicen los críticos. ¿Qué cuernos será una novela total? ¿Querrán decir global? De eso no hay dudas. La deriva tras los pasos de Elimane va del presente de los suburbios de París hasta el pasado de los suburbios de los suburbios de Dakar, con paradas en Ámsterdam, Buenos Aires y más allá. Sí, los hilos de Elimane llegan hasta la ciudad de la furia, se enredan en tertulias con Sábato, Gombrowicz y les niñes bien de la revista Sur.

También se enmarañan en mil y una historias del África colonizada por el país de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Un patchwork construido con retazos de más de un siglo de historia negra. Muertes, migraciones, sacrificios, resistencias. La pluma de Sarr es exuberante, barroca, en cada línea da cuenta del amor por la literatura, por su gente, por África.

¿Cuántos Skakespeare paridos en el continente negro asesinó el colonialismo? ¿Quién era Elimane en realidad? El senegalés ensaya una respuesta antes de llegar a puerto: “Es la suerte que nos espera si seguimos corriendo detrás de Europa, detrás de la inmensa literatura occidental: seremos todos, cada uno a nuestra manera, Elimanes. Tal vez lo seamos ya y, si es el caso, dejemos de serlo antes del aniquilamiento. Tenemos que largarnos de ahí. Tenemos que salir pitando de ahí. La asfixia se acerca. Nos gasearán sin piedad, y nuestra muerte será más trágica cuanto que nadie nos habrá llevado allí a la fuerza: nos habremos metido nosotros a la carrera, con la esperanza de ser célebres. Nos transformarán en jabón negro. Luego, nuestros verdugos se lavarán las manos con ese jabón y se blanquearán todavía más.” Cuánta razón.

Publicada en Tiempo Argentino, por acá

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