A sus oficios terrestres de escritor, periodista y docente, Osvaldo Baigorria suma una faceta suya muy poco conocida. El autor trotamundos de clásicos de clásicos de la no ficción transgénero (Sobre Sánchez, Postales de la contracultura…) y de novelas brillantes y aún inclasificables (Correrías de un infiel, El ladrido del tigre…) es también dibujante.
¿La génesis de su pasión por el lápiz puntudo y la lapicera filosa, el papel virgen, el dibujo nómade? Hay que remontarse a los años setenta, cuando el joven Osvaldo decidió escapar de la Buenos Aires opresiva, previo al baño de sangre de la dictadura. La idea era hacerse la América rumbo a la tierra prometida de la contracultura en California. “De golpe un día, durante mi primer viaje por América del Norte, no tenía nada que hacer, y me senté con una lapicera y un papel e hice una línea. De esa línea salió un bicho. Un bípedo. Luego extendí otra línea, con una prolongación y ahí apareció un muslo, un pubis. Me parece que fue así. Se iban haciendo de esa manera, no era algo pensado. Lo hacía en momentos libres de mi viaje, como cuando hablaba por teléfono. Eran momentos donde me daban ganas de trazar algo sobre un papel, pero sin ninguna idea previa o posterior. Más cerca del hobby o el pasatiempo que de alguna definición artística”, recuerda Baigorria en una entrevista de hace algunos años atrás. Nicolás Cuello y Santiago Villanueva recuperan estas palabras en el prólogo de Pide tres deseos y tendrás un título, el flamante libro de Editorial Caracol. Una obra fascinante, divertida, que abre cabezas.
Cuello y Villanueva seleccionaron decenas de dibujos, realizados por Baigorria entre 1974 y el cercano 2020. En la introducción del libro, explican: “Si parte del proyecto de experimentación política y sensorial que Osvaldo Baigorria llevó adelante a partir de la década de los 70 lo impulsó a desarrollar una mirada desde el suelo de la conciencia, que buscó poner en el centro de la vida la vuelta a la tierra, la construcción de modos de vida comunitarios y el ejercicio de la libertad como una forma de ruptura y abandono sobre lo normal, la prolífica serie de dibujos reunidos en este libro también puede ser pensada como una otra forma de abandono, otra modulación sensible del drop out desde la cual acceder a la escucha de ese tan ansiado presente total. Un modo de materializar, a través de la experimentalidad de grafismos autómatas, la posibilidad de que el cuerpo estuviera delante del signo, de las palabras, del sentido. Un ejercicio de vibración sensorial, meditativa, similar al baile que, según él, le permitiría alcanzar el alivio de ‘vaciar la mochila de peso innecesario’, es decir, ingresar a una forma de presencia sin cabeza.”
Obras conservadas con cuidado en blocks, hojas sueltas, cuadernos y carpetas por décadas se hermanan en el libro, en un ejercicio de experimentación, de vibración de los sentidos, de recorridos nómades que se bifurcan y trifurcan sobre el papel. Bichos extraños y muy simpáticos, cuerpos entrelazados, paisajes alucinógenos… Muchos tientan para terminar en tatuaje. Describen Cuello y Villanueva sobre la selección: “Una reunión abierta de imágenes aún en curso, una selección accidentada en la que viven distintos tiempos e intenciones en torno al dibujo, un campo gráfico de líneas sin clausura…”
Sin duda, para Baigorria, dibujar –quizá también escribir- es una actividad que le permite expresarse sin ataduras, sin clasificaciones, en libertad absoluta. Para seguir su ruta por el filo del margen.
Publicada en Tiempo Argentino, por acá.
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