Huele a espíritu de flores dulces. Esta tarde de viernes por fin primaveral, en La Rural no hay olor a bosta. Y no es obra de un milagro. El acceso al tradicional predio ferial palermitano, sobre la Avenida Sarmiento, está perfumado por una plácida fragancia de flores dulces de marihuana. Las queman bien enrolladas grupitos de amigos, varias familias y unos cuantos fumones solitarios. Peregrinaron hasta Palermo para celebrar la misa verde más importante de la América Latina. Después de la aciaga cosecha de muertes, enclaustramientos y soledades que dejó la peste sobre estas pampas, el cónclave de la Expo Cannabis vuelve a florecer. Hay fumata blanca para celebrar.
En su segunda edición –la germinal se
desarrolló en la ya lejana vieja normalidad de 2019 y tuvo rotundo éxito, con 56
mil visitantes-, el encuentro cannábico este año mantiene el altísimo flujo de público
-50 mil asistentes físicos y miles más en la web-, turnos y protocolos profilácticos
mediante. También un menú variopinto de excelencia. Lo deja en claro la prolija
cartelería que decora el ingreso al pabellón Alfredo Martínez de Oz, ominoso
espacio que hay que atravesar para entrar formalmente a la expo, cerca de la
Green Carpet. “Salud – Industria – Cultivo – Cultura” son las cuatro patas que
sostienen el ágape versión 2021.
Sin dudas, este ha sido un año especialmente
cannábico. Y no sólo por el crecimiento exponencial del autocultivo en pandemia.
En los últimos 12 meses el tibio gobierno nacional que preside Alberto
Fernández dio paso en forma no tan tímida a políticas activas de impulso al
cultivo herbáceo. Un giro copernicano con el decreto que reglamentó la Ley
27.350, de uso medicinal del cannabis. La
iniciativa original sancionada en 2017 durante el mandato del cambiemita
Mauricio Macri fue un bluff. En su
reglamentación imponía rigores y limitaciones: sólo admitía el uso para la
epilepsia refractaria, prohibía el autocultivo, no reglamentaba la producción
nacional y no aceptaba ventas por farmacias. Todas flores que se abrieron con
la nueva normativa.
En paralelo, el gobierno
kirchnerista impulsó en el Parlamento un proyecto para promover el cultivo de
marihuana y cáñamo –variedad de planta con bajo contenido de THC, en criollo,
“no pega”- con fines de industrialización para uso medicinal y productivo. El
proyecto ya tiene la media sanción de la Cámara Alta. ¿Argentina, granero del
porro? Algo de eso hay. Según
la Cámara Argentina del Cannabis (ArgenCann), se espera que en 2027 el mercado
mundial de la industria cannábica mueva más de 40 mil millones de dólares:
verde que te quiero verde. La tasa de crecimiento anual superará el 30 por ciento.
Con este escenario, la Argentina podría generar un mercado interno de 500
millones de dólares, 50 millones en exportaciones y más de 10 mil puestos de
trabajo. Guarismos que mencionó Matías Kulfas, ministro de Desarrollo
Productivo, en su paso por la expo.
¿Y de la despenalización? Según los que
saben, la legalización del llamado “consumo adulto responsable” de marihuana se
proyecta en el horizonte futuro, pero sin fecha próxima. Mientras tanto, la
vetusta Ley 23.737, resabio de las políticas belicosas de “guerra contra las
drogas”, sigue engordando los registros de detenciones y causas penales con pequeños
cultivadores y perejiles. En síntesis, no hay novedades en ese frente. “Basta
de presos por cultivar”, dicen los carteles de los militantes de la Asociación
Civil Acción Cannábica que volantean en el acceso. Fumando esperan (y
protestan) por la legalización dilatada.
************
Organizada por la decana Revista THC, con el novedoso apoyo estatal del Ministerio de
Desarrollo Productivo, el Senasa y la Universidad de Quilmes, la provincial
Cannava de Jujuy y varios sponsors privados de peso, Expo Cannabis es sin dudas
una marejada de la vigorosa ola verde. ¿O será mejor llamarla tsunami? Este año
ocupó 15 mil metros
cuadrados bajo techo y 5000 más al aire libre. “Más de una hectárea. Descomunal
e histórico”, resume al paso Sebastián Basalo, director de THC, en diálogo con Rolling
Stone.
En los
pabellones hay un mar de stands: 150 marcas de disímiles empresas que ofrecen mil
y un productos y servicios para el gremio. Desde rústicos portafasos hasta
precisos kits para medir los componentes del aceite, sin olvidar las dotadas
máquinas industriales de procesamiento, elegantes cremas faciales regeneradoras,
tecnológicos vaporizadores digitales de diseño y por último, pero no menos
importante, los fundamentales “lillos”. Ataviados de estricta etiqueta verdosa,
dos promotores caracterizados como el Increíble Hulk y Linterna Verde sudan la
gota gorda para atraer clientes. “En el break me fumo uno para relajar”,
desliza en broma el hercúleo trabajador.
El
emprendedor Federico Puy sabe dónde poner el ojo para desarrollar ideas
novedosas. Es uno de los dueños de Gaiahemp Eyewear, una pyme quilmeña dedicada
a la producción de anteojos forjados a base de cáñamo: “Somos pioneros en su
uso. Bueno… en la parte de óptica, porque los romanos usaban cáñamo para hacer
ropa, las velas de Colón estaban hechas de cáñamo, es una materia prima
milenaria. Tuvo mala prensa y mucho lobby en contra, acá la prohibieron los
milicos en la dictadura.” Puy se esperanza con el proyecto industrializador que
avanza en el Congreso: “Una oportunidad para el desarrollo sustentable e industrial del
país. Queremos generar laburo”. No es un mal argumento con el presente
miserable que dejó la pandemia.
Sebastián me ofrece un kit
Fumanchú: sedas y filtros a cien mangos. “Una ganga, amigo. Llevalo que con la
inflación que hay, pronto vamos a usar los pesos para armar”, dice el vendedor
de labia digna de una novela de Fogwill. A la oferta quiere sumar unos leds Made in Argentina para indoor, un nicho
que se iluminó “zarpado” en cuarentena. “Viene gente del palo, pero también
curiosos. Queda claro que a nivel leyes, estamos a años luz –reflexiona el
comerciante-. Miremos a Europa, donde podés tomarte un café y fumarte un joint sin dramas en la calle.”
Saco recto y zapatos
italiano lustrados. La elegancia de Claudio Pereyra contrasta un poco con los
pibes freaks de rastas y crestas psicodélicas que pululan cerca del stand de ArgenCann,
institución que teje redes entre los empresarios del nicho cannábico. Pereyra
es director de proyectos de F&C Green Labs, una firma que apunta a
desarrollar aceite con fines medicinales. Con tono corporativo y didáctico, sostiene
Pereyra: “Tenemos verticales en la ciencia de la vida, la salud y el bienestar.
Buscamos generar productos con alto grado de calidad y certificados. Por eso
tenemos convenios con el Conicet en Bahía Blanca.” Con experiencia en el agro, Pereyra
dice que en el interior del país ha cambiado mucho la mirada sobre la
producción de marihuana: “Soy de Junín, y cuando me tocó acercar el proyecto a
la municipalidad hace un tiempo, me miraron raro, con prejuicio. Pero este
último año cambió el escenario. Hay una apertura de cabeza”. Estamos, se
ilusiona, viendo el parto de una industria.
********************************************
Entre tanto desierto consumista y algo alucinógeno,
en el stand 128 se encuentra el oasis manso y tranquilo de Mamá Cultiva. De una
pelea gotita a gotita para conseguir el derecho al uso medicinal del cannabis
nació esta ONG autogestiva en 2016. Las madres cultivadoras son una pieza
esencial del mundo cannábico, para los fallos judiciales que dan su visto bueno
al autocultivo y para la sanción de normativas progresistas. “La expo es muy
importante porque nos hizo visibles. Es un espacio de encuentro y construcción
colectiva. Que informa y habla sobre salud, bienestar y trabajo”, dice Graciela
Pardo, psicóloga social miembro del colectivo. Resalta que al stand no sólo se
acercan padres, sino también muchos adultos mayores que llegan con sus dolores
a cuesta: “Combatimos contra los prejuicios que hay sobre la planta. La
desinformación trae miedo, porque pensá que todavía nos manejamos en la
ilegalidad”. Sobre el Reprocann, el registro nacional para quienes se les
recetó el uso medicinal de la droga blanda, advierte: “Hubo una avalancha de
pedidos, más de 30 mil. Se demoran en darlos. Por eso nosotras vamos por una
legislación superadora. Para poder plantar nuestra medicina en el balcón de
casa.”
Los espacios más concurridos del salón principal
son los de consultas medicinales, veterinarias y legales. La veterinaria Laura colman
tiene una paciencia infinita para responder todas las dudas. Que son muchas. Llegó
desde Tandil, donde ejerce su oficio: “El aceite de cannabis anda muy bien en
varias patologías. Tratamientos de tumores, stress, antiinflamatorio y para
gerontes. Incluso como ansiolítico, para tranquilizar a las mascotas cuando las
dejamos solas. El cannabis es una terapia integral.” Antes de despedirse,
aconseja: “Y no automediquen, vayan siempre al veterinario amigo.”
En el punto de Acceso a la Justicia ponen el
cuerpo profesionales de la Defensoría General de la Nación, la Defensoría General
de la Ciudad de Buenos Aires, e integrantes de ADEPRA (Asociación civil de
magistrados y funcionarios del ministro público de la defensa de la República Argentina).
“Estamos respondiendo dudas sobre autocultivo. Hay muchas zonas grises en la
normativa. Y no es chiste comerte una causa con penas que van de 4 a 15 años de
prisión. Hay desconocimiento de las personas, y también de los funcionarios
estatales”, deja claro Pablo Ordoñez, titular de una defensoría platense. Otro
tema en agenda judicial son las semillas: “Se pueden comprar por internet en
países donde es legal, como Uruguay, Chile, España o Estados Unidos. Te las
mandan por correo a tu nombre y ahí tenés flor de problema. Es ilegal. Te podés
comer una causa por tráfico internacional por comprar cuatro semillas. En
definitiva, hace falta una decisión firme para resolver qué vamos a hacer con
el uso recreativo.”
En el
plano retórico, la expo ofreció decenas de conferencias sobre la veta
medicinal, con disertantes galenos locales y foráneos. Virginia y su vieja
Alejandra se acercaron para informarse. Llegaron hasta Palermo desde el
suburbio del suburbio de Luis Guillón. La joven es enfermera y su madre
jubilada. “Trabajo con gente mayor. Hay muchos médicos con tabúes en mi laburo.
En las charlas, entendí que acá hay una herramienta muy útil y tenemos que
aprovecharla”, dice Virginia. Su mamá cuenta que sufre reuma y muestra sus
manos curtidas y afectadas: “Me trato con aceite y mejoré mucho. Me cansé de
hacerme mierda la panza con los medicamentos comunes”. En su casita del sur del
Conurbano, cuentan a coro, tienen varias plantas. “Son un acto de amor, para
combatir el dolor”, se despide Virginia, mientras disfruta un generoso churro
en la Pista Central del predio. En el espacio abierto no se vende alcohol y la
nube de humo dulce le pelea palmo a palmo a la cortina gris que viene de las
parrillas repletas de hamburguesas. Antes de despedirse, Virginia mira la frase
tatuada sobre el escenario histórico de La Rural: “Cultivar el suelo es servir
a la patria”. Cuánta razón.
Publicada en la Rolling Stone, por acá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario