Vinos, chicha, singanis, chelas y sucumbes. El ponche casero que riega los relatos reunidos en “Borracho estaba, pero me acuerdo" se nutre del alcohol barato que se vende en los mercados y cantinas de los hombres de a pie. Brebajes lejanos a la deriva poética-metafórica de una bohemia apunada, y más cercanos a los fuertes vahos del crudo y aguardentoso submundo paceño. La forma de plasmar los hechos en palabras, las vivencias de las que participa Viscarra como testigo y narrador o como cantinero que sirve en bandeja sus recuerdos e imágenes autobiográficas. Vivir para contarlo. El espíritu testimonial de los relatos de Viscarra se fermenta en el mundo orillero, del que se siente portavoz, y en el que se empapa toda su obra. El sesgo de algunas lecturas ha empujado su obra hacia ese terreno donde todo se lee como autobiografía. El mismo Viscarra también promovía esa lectura, con el simple acto de escribir casi todo lo que le sucedía. Viscarra es un etnógrafo graduado con altos honores en la universidad de la calle.Un investigador autodidacta que no entra y sale del campo, que no toma distancia analítica, sino que narra desde su propia vida al margen. Las cicatrices que tatúan su cuerpo son parte de sus relatos, son heridas de sus dilatados años en la calle. La mirada subjetiva que traza la política de la vida marginal en las urbes bolivianas.
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