La antología Alta en el cielo - Narrativa boliviana contemporánea reúne cuentos de Edmundo Paz Soldán, Homero Carvalho Oliva, Virginia Ayllón, Víctor Hugo Viscarra, Adolfo Cárdenas, Giovanna Rivero, Manuel Vargas , Rodrigo Hasbún, Roberto Cáceres, Wilmer Urrelo Zárate, Maximiliano Barrientos y Erika Bruzonic.
¡Qué equipo! Solo falta Milton Melgar y sería el dream team.
Además, la contratapa de Alta en el cielo viene con el comentario de Javier Sanjinés C.
Un lujo que copio acá abajo.
Si la vida irregular y violenta de gran parte de los personajes de esta antología del cuento boliviano contemporáneo hubiese sucedido, en lugar de hoy, en la Bolivia de entre los siglos XIX y XX, seguramente habría sido material de muchas crónicas y gacetas callejeras, aquellas hojas sueltas en las que se relataban hechos clamorosos y excepcionales.
Inspirándose muchas veces en acontecimientos luctuosos (asesinatos, consumo de drogas, maltrato de mujeres y de niños), pero reorganizándolos con experta dosificación para hacer de ellos algunos de los temas de esta antología, con Alta en el Cielo los doce autores conducen al lector a nuevos espacios literarios, poco frecuentados por la cuentística boliviana de las décadas pasadas, apegada todavía a los espacios rurales y a los ambientes citadinos habitados por los sectores de clase media. Hay, pues, razones para llamar la atención del lector de esta antología que parece haber dejado atrás los temas literarios tradicionales, relacionados con los lugares céntricos de la ciudad y con el tiempo en el que se desarrollan las actividades diarias.
Comprender que la “cultura nacional” ha entrado en crisis o que ha simplemente desaparecido como tema literario, es otro de los aspectos llamativos de esta antología. No hace mucho tiempo atrás, los relatos de los más notables cuentistas y novelistas estaban relacionados, directa o indirectamente, con temas nacionales y estatales (lo minero, lo indígena, etc.) que imaginaban más o menos homogéneamente la nación boliviana. Estos temas de la modernidad, relacionados con la cultura nacional, parecen haber cedido ante nuevas formas de representación y nuevas prácticas discursivas; es decir, nuevas maneras de narrar que han abandonado la posibilidad de relacionar la identidad nacional con el devenir del estado. Quizás se pueda hablar de nuevas formas, subterráneas, de narrar que han trizado los ejes espacio-temporales de la modernidad. La impresión que dejan estos cuentos es que ya no tenemos puntos “céntricos” de observación de la realidad, capaces de conducirnos a futuros previsibles que los actos humanos organizan lógicamente.
Seres marginales, humildes emigrados del campo, débiles mentales, mujeres que experimentan la violencia y la muerte en zonas laberínticas, lustrabotas, viejos proxenetas, vedettes dedicadas al “sex porn”, sirvientas embarazadas, voceadores de micro, son algunos de los ejemplos planteados por esta antología que, narrada en primera y tercera persona –salvo la excepcional irrupción del “tú” que interpela la conciencia del personaje de uno de los cuentos—, gira alrededor de mundos degradados y apocalípticos. Los personajes de los cuentos habitan escenarios que muestran el desplazamiento de las configuraciones identitarias de la modernidad hacia la construcción de subjetividades propias de la postmodernidad, situación que incluso pone en tela de juicio el código de la lengua. Así, aparecen nuevos medios de comunicación que, a manera de extraños crucigramas, construyen mundos superpuestos que reemplazan la lógica que gobierna la vida cotidiana.
Un lujo que copio acá abajo.
Si la vida irregular y violenta de gran parte de los personajes de esta antología del cuento boliviano contemporáneo hubiese sucedido, en lugar de hoy, en la Bolivia de entre los siglos XIX y XX, seguramente habría sido material de muchas crónicas y gacetas callejeras, aquellas hojas sueltas en las que se relataban hechos clamorosos y excepcionales.
Inspirándose muchas veces en acontecimientos luctuosos (asesinatos, consumo de drogas, maltrato de mujeres y de niños), pero reorganizándolos con experta dosificación para hacer de ellos algunos de los temas de esta antología, con Alta en el Cielo los doce autores conducen al lector a nuevos espacios literarios, poco frecuentados por la cuentística boliviana de las décadas pasadas, apegada todavía a los espacios rurales y a los ambientes citadinos habitados por los sectores de clase media. Hay, pues, razones para llamar la atención del lector de esta antología que parece haber dejado atrás los temas literarios tradicionales, relacionados con los lugares céntricos de la ciudad y con el tiempo en el que se desarrollan las actividades diarias.
Comprender que la “cultura nacional” ha entrado en crisis o que ha simplemente desaparecido como tema literario, es otro de los aspectos llamativos de esta antología. No hace mucho tiempo atrás, los relatos de los más notables cuentistas y novelistas estaban relacionados, directa o indirectamente, con temas nacionales y estatales (lo minero, lo indígena, etc.) que imaginaban más o menos homogéneamente la nación boliviana. Estos temas de la modernidad, relacionados con la cultura nacional, parecen haber cedido ante nuevas formas de representación y nuevas prácticas discursivas; es decir, nuevas maneras de narrar que han abandonado la posibilidad de relacionar la identidad nacional con el devenir del estado. Quizás se pueda hablar de nuevas formas, subterráneas, de narrar que han trizado los ejes espacio-temporales de la modernidad. La impresión que dejan estos cuentos es que ya no tenemos puntos “céntricos” de observación de la realidad, capaces de conducirnos a futuros previsibles que los actos humanos organizan lógicamente.
Seres marginales, humildes emigrados del campo, débiles mentales, mujeres que experimentan la violencia y la muerte en zonas laberínticas, lustrabotas, viejos proxenetas, vedettes dedicadas al “sex porn”, sirvientas embarazadas, voceadores de micro, son algunos de los ejemplos planteados por esta antología que, narrada en primera y tercera persona –salvo la excepcional irrupción del “tú” que interpela la conciencia del personaje de uno de los cuentos—, gira alrededor de mundos degradados y apocalípticos. Los personajes de los cuentos habitan escenarios que muestran el desplazamiento de las configuraciones identitarias de la modernidad hacia la construcción de subjetividades propias de la postmodernidad, situación que incluso pone en tela de juicio el código de la lengua. Así, aparecen nuevos medios de comunicación que, a manera de extraños crucigramas, construyen mundos superpuestos que reemplazan la lógica que gobierna la vida cotidiana.
Alterados los espacios de la convivencia social, también lo está el tiempo que los ordena. Sería inexacto afirmar que el tiempo lineal (la concatenación lógica del pasado con el presente y el futuro) está conflictuado exclusivamente por el tiempo mítico. Ése era tema exclusivo de la modernidad y dominaba la narrativa del “boom”. En la presente antología, el conflicto temporal es de otra índole. Sin pasado y sin futuro, la memoria de buena parte de los personajes está anestesiada por la música áspera y por el vértigo de las cosas. Si todo recuerdo es quemado con los tragos, y los días son todos iguales, no habiendo diferencia entre lo pretérito y lo venidero, los personajes parecen haber trastrocado el presente con el olvido y el ayer con el futuro. Debido a ello, la antología que el lector tiene en sus manos lo introducirá en la violenta y socialmente conflictiva realidad de una Bolivia que queda retratada sin prejuicios políticos ni afanes moralizantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario