CATCH AS CAN
Titanes en El Alto
Por: Nicolás G. Recoaro
La lucha libre está más viva que nunca en El Alto. Todos los fines de semana, cientos de espectadores se congregan para disfrutar de un espectáculo que combina la destreza física con el humor. Paladines de la justicia y malvados se baten en un ring a más de 4000 metros de altura. Bienvenidos al mundo del Catch as can: el reino de Barba Negra, Santo Boliviano, El Matemático y Carmen Rosa, la cholita más ruda del altiplano.
Un altavoz anuncia la primera pelea de la tarde: “¡Laaa Iguana contra el malvado Baaarba Negraaaa!”. Las tribunas deliran y los niños abuchean el ingreso del malhechor al ring. Unos saltos y vueltas carneros de La Iguana dan inicio al combate. Patadas voladoras y una tijera sacan a Barba Negra del ring. Desde los parlantes, una ranchera mejicana es la banda de sonido en este patio abierto de la ciudad de El Alto.
La cita es todos los domingos por la tarde, en las cercanías de la histórica Plaza de la Libertad, en pleno corazón de la urbe alteña. Cientos de espectadores se dan cita para festejar el rito del Catch As Can. “Lo de la lucha libre en El Alto viene desde hace varias décadas. Yo arranqué en la década del sesenta y desde aquellos años vengo luchando por que crezca el público y para que los luchadores mejoren su preparación”, comenta El Matemático, un luchador que roza las seis décadas de vida, pero que asombra a la hora de realizar saltos mortales y tomas osadas.
Barba Negra acaba de sufrir una nueva derrota. Luego de dejar el ring bajo una lluvia de insultos, descansa bebiendo un refresquito en los camarines del estadio. “El catch me viene de tradición familiar. Desde chiquito que admiraba a mis tíos cuando entraban a jugarse la vida en un ring”, explica emocionado. Secándose la gotas de sudor me cuenta que “uno se transforma cuando sube al ring. Se olvidan los problemas de la semana y te convertís en el personaje. Se te olvidan las lesiones y lo peligroso que puede ser la entrada al ring”. A su lado, El Salvaje dibuja una mueca y recuerda a un compañero que falleció hace dos años, cuando sufrió una dura lesión durante una pelea. “Hay que entrenarse duro y estar preparado para los golpes, pero la alegría del público es la mejor recompensa que uno puede tener”, explica el luchador mientras se pinta la cara para salir a escena.
Los chicos en las gradas sonríen ante las payasadas que interpreta La Muerte sobre el ring. Una llave y una voladora de Estrella Azul lo dejan fuera de combate. Las mamitas con sus wawas en brazos estallan en gritos de festejo. “Los personajes del cuadrilátero son parte de los que están en las graderías y viceversa. Todos intervienen en el show y todos salen satisfechos. Es increíble ver como se matiza el espectáculo con algo de música y humor”, explica el escritor Crispín Portugal desde una tribuna, mientras la contagiosa melodía de una cumbia anuncia el plato fuerte de la tarde: la presentación de las cholitas cachascanistas.
Carmen Rosa se prepara en el camarín. Maquillada suavemente, acomoda su sombrero de cholita y se calza su banda de campeona nacional de lucha libre. El sonido de la cumbia y la voz del presentador anuncian su salida al ring. “Las mujeres somos tan buenas, o mejores luchadoras que los hombres”, me explica mientras pasa la pequeña puerta que conduce al cuadrilátero. La cholita bailotea y agita a las tribunas, saluda a sus seguidores mientras grita que “los babosos hombres no saben pelear”. El combate comienza con una llave al cuello que le da Carmen Rosa a su contrincante. El match se matiza con las payasadas del árbitro y los golpes que le aplica la campeona cachascanista. Una toma voladora y Carmen Rosa disfruta de una nueva victoria. “¡Uno, dos, tres!”, gritan las mamitas y los niños desde las tribunas. Carmen salta de alegría y dedica el triunfo a todas las mujeres bolivianas.